¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Terremotitos

La Junta aún prepara su plan para evacuar la costa en caso de tsunami. Sus tiempos son casi geológicos

Mi bisabuela Julia tenía apellidos eusquéricos y cantaba el Oriamendi en vascuence. Cosas de la vieja España. Siempre vivió en Salas de los Infantes (Burgos), pero cuando enviudó, su único hijo se la llevó a vivir a Tenerife. Nunca le gustó aquel archipiélago, cuyos caprichos volcánicos le debieron parecer una especie de antesala del infierno, por mucho que algunos autores de la Antigüedad lo hubiesen identificado con las Islas de los Bienaventurados. Seguro que debió pasar sus últimos días suspirando por las choperas junto al río Arlanza y los trigos dorados del verano. Un día, Santa Cruz de Tenerife se bamboleó debido a un terremoto y, cuando sus nietos le preguntaron a doña Julia cómo se encontraba, les respondió con toda la contundencia de su acento godo: "Y, encima, terremotitos".

La expresión "terremotitos" la he recordado estos días al ver en la televisión el "enjambre sísmico" (terrible expresión) que han sufrido los granadinos, quienes han tenido que vivir unas horas apocalípticas entre las noticias de la pandemia, la crisis económica y esos continuos temblores telúricos que nos recuerdan la insignificancia del ser humano ante la fuerza de la naturaleza. Granada, y toda Andalucía, no sólo es tierra mestiza en lo cultural, sino también en lo geológico. Aquí, como si de una metáfora geopolítica se tratase, chocan las placas tectónicas Africana y Euroasiática, lo que convierte al oriente de la comunidad autónoma en un lugar propicio para los seísmos, como California o Japón. Para que nadie lo olvide, estos días los medios de comunicación han recordado los grandes terremotos andaluces de los que hay constancia documental: 1431, 1680 y, sobre todo, el último, sucedido en la Navidad de 1884, que arrasó Arenas del Rey y dejó miles de muertos y heridos. Pero el occidente andaluz también ha tenido seísmos de magnitudes titánicas, como el llamado de Lisboa, en 1755, un maremoto que se dejó sentir con fuerza en las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. De hecho, gran parte de las antiguas iglesias de esta zona tuvieron que ser restauradas tras el temblor, que conmocionó a la Europa ilustrada, empezando por Voltaire.

Este riesgo de tsunami se conoce, por tanto, desde hace más de dos siglos, pero no ha sido hasta el año pasado cuando la Junta de Andalucía ha empezado a elaborar un plan de evacuación de las costas en caso de producirse. Los tiempos de la Administración andaluza son similares a los geológicos. Según este estudio, se dispondría de una hora para proceder a la evacuación del litoral afectado. Imaginen que es verano. Da miedo (apocalíptico) nada más pensarlo.

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