La tapia del manicomio

Terrícolas y marcianos

Según dicen los buenos agoreros, nos quedan veinticinco o treinta años para que se nos vaya todo al garete

Aseguran los hombres de ciencia que hace tres o cuatro mil millones de años las condiciones físicas del planeta Marte eran similares a las de la Tierra, o sea, que había agua, vientos y demás elementos capaces de crear vida inteligente. Para comprobar si hay indicios de que fue así ha ido la sonda Perseverance. Y en ese caso, habrá que preguntarse qué ha pasado en ese puñado de años para que esté tan diferente a nuestro planeta. Puede que allí también apareciera vida similar a la de aquí, y en este "puñaíllo" de milenios se hubiera ido deteriorando -como está pasando en la Tierra en estos últimos tiempos- y hubiera acabado por fundirse todo y quedar hecho un desierto helado. O más bien, si los marcianos se han cargado su planeta, como estamos haciendo nosotros. Que, según dicen los buenos agoreros, nos quedan veinticinco o treinta años para que se nos vaya todo al garete y quede la Tierra igual que está ahora Marte. También podría haber ocurrido al revés, que vayan con retraso y dentro de otros tres mil millones de años se encuentre Marte como la Tierra ahora: con un mogollón de chinos y rusos peleando contra Occidente, como viene ocurriendo desde hace algún tiempo. Y decimos algún tiempo porque no hace más de ochenta años, aunque para un individuo es toda una vida.

Nosotros, con el optimismo que siempre nos ha caracterizado, pensamos que aquello tiene un futuro esplendoroso y que recibirán a nuestra especie con los brazos abiertos, ofreciéndonos leche y miel, como nosotros hacemos con nuestros inmigrantes. ¿Recibirán a nuestras pateras espaciales con palmas y olivos o con devoluciones en caliente, vallas con concertinas, quema de "dormitorios" chabolistas y persecución de menores por las calles? Esto último sería señal de que en Marte habían llegado a tener una civilización tan avanzada como la nuestra, donde en los países más ricos y educados es donde más prolifera esa aversión al inmigrante. Al inmigrante pobre, por supuesto, que ya sabemos el trato que se le da al los potentados que se instalan en un país distinto al suyo. También hay que tener en cuenta que no toda la especie humana tiene las mismas tendencias. Hay mucha gente buena, seguramente una mayoría numerosa que se esfuerza porque el futuro no sea así: colabora con oenegés, se incorpora a algún voluntariado, o de cualquier otra forma, sin presumir de ello. Y, desde luego, sin salir a quemar contenedores, saquear tiendas y bancos y apedrear policías en cuanto les tuercen el gusto.

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