Tiempo pasado

Cualquier tiempo pasado no fue mejor, sino distinto. O acaso parecido, si es que nada nuevo hay bajo el sol

Apropósito de las "Coplas por la muerte de su padre", Jorge de Manrique, en el siglo XV, puso en verso: "cómo, a nuestro parecer, / cualquiera tiempo pasado / fue mejor". Una lectura atenta y completa de las coplas daría para inferir que, en verdad, no se estaba diciendo lo que parece. Pero, tomados los versos por el uso y la costumbre, adquieren un nuevo sentido, si es que ese no fue el primero, y cinco siglos, ciertamente, resultan bastante tiempo pasado. Menos se yerra, acaso, al considerar que cualquier tiempo pasado fue distinto… o parecido.

Basta un siglo atrás, cuando un gobernador civil decía: "Recuerdo que la infección se propaga por las gotitas de saliva que despide el que habla, tose, etc., a nuestro lado, si está enfermo o convaleciente. Que se abstengan, en consecuencia, de permanecer en locales cerrados, mal ventilados, donde se reúne mucha gente, como tabernas, cafés, etc. (…). Tener mucha limpieza de la boca y, en una palabra, seguir los consejos del médico y desoír a los ignorantes que os invitan a beber alcohol o consumir tabaco como remedios preventivos por ser sus efectos en esta ocasión más nocivos que nunca". Era en octubre de 1918, por la conocida como Gripe Española, que no fue tal. Otra evidencia, así, de cómo el uso aceptado tuerce la original verdad de lo dicho. Ya que esa pandemia se llevó la vida de más de cuarenta millones de personas en todo el mundo, trescientas mil de ellas españolas. La Primera Guerra Mundial hizo censurar la información sobre tal infección pandémica, porque bastante muerte se repartía ya en los campos de batalla. Y España, neutral y no involucrada directamente en el conflicto, al difundirse datos sobre el alcance de la gripe, sus síntomas y la población afectada, se hizo epicentro cuando al corresponsal de The Times, en Madrid, se le ocurrió dar un titular con la "Gripe Española".

Se quejaba el gobernador de la imprudencia en algunos pueblos al celebrar las festividades prohibidas, tras lo que se extendió rápidamente la enfermedad entre todo el vecindario, creando situaciones angustiosas en las localidades. Y anunciaba su disposición a castigar duramente a los incumplidores de las disposiciones. Las muertes se producían generalmente por neumonías bacterianas y edemas pulmonares, con síntomas previos de fiebre elevada, diarreas y vómitos. Así fue en el tiempo pasado, que no mejor, ni parece que distinto, hasta que, en el verano de 1920, dos años después, el virus desapareció del mismo y repentino modo en que había llegado.

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