Opinión

José escánez Carrillo

Tirar la vaca por el barranco

Al escuchar este cuento hace años, reflexioné sobre cuál es la vaca a la que me aferraba para intentar proporcionarme seguridad

Un maestro y su discípulo estaban peregrinando cuando encontraron una cabaña muy pobre. En ella vivía una familia formada por un hombre, su mujer y cuatro hijos. Les pidieron alojamiento, a lo que los campesinos accedieron. A pesar de su pobreza, compartirían lo poco que tenían. Durante la cena el maestro preguntó de que vivían: El hombre le explicó que tenían una vaca, de la que sacaban leche diaria y un poco más que cambiaban por alimentos con otros campesinos. Con lo que sobraba hacían queso y poco más. Eso les permitía ir sobreviviendo a duras penas.

Al otro día, cuando los viajeros prosiguieron su camino, el discípulo dijo:

- Maestro, qué buena gente, compartieron con nosotros lo poco que tenían. Y qué pobres son. ¡Me gustaría ayudarlos! ¿No podemos hacer nada por ellos?

El maestro, sin pensarlo, contestó:

- ¿Quieres ayudarlos? Vuelve y empuja la vaca por el barranco.

- Pero, maestro, ¡es su única fuente de alimento!

- Haz lo que te digo.

El discípulo pensó que el maestro había enloquecido, pero no tenía más remedio que obedecer, y así lo hizo.

Años más tarde, el discípulo volvió a pasar por la región, y lleno de remordimiento y curiosidad pasó por la casa. Al acercarse, la vio mucho más arreglada, e incluso vio mucho terreno sembrado que no estaba antes. Pensó que quizá la familia sucumbió a su pobreza y otra con más posibilidades se había instalado allí. El campesino se acercó reconociéndolo: - Bienvenido, ¡Cuánto me alegro de verle! ¡Ustedes nos trajeron suerte! El día que se fueron se nos cayó la vaca por el barranco. Al principio pensamos que íbamos a morir de hambre y lo primero que hicimos fue vender la carne. Con lo que nos dieron, compramos semillas y las sembramos para alimentarnos, pero la cosecha fue buena y pudimos vender algo, con lo que compramos unas ovejas. Mi esposa comenzó a tejer prendas con la lana, que vende en el mercado, y mi hijo mayor aprendió a trabajar la madera del bosque y hace muebles para toda la comarca. Ahora estamos pensando en comprar más terrenos para sembrar". Al escuchar este cuento hace años, reflexioné sobre cuál es la vaca a la que me aferraba para intentar proporcionarme seguridad. Qué modos de pensar, hacer y sentir hacía míos para evitar enfrentarme a la incertidumbre de lo que había más allá y, en definitiva, qué es aquello que me resistía a soltar por comodidad y miedo, y que me impedía ver otras posibilidades.

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