Trastorno obsesivo compulsivo

Necesitamos, como sociedad, conocer mejor este trastorno que tanto sufrimiento provoca

El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) se caracteriza por la presencia de obsesiones y/o compulsiones. Las primeras se definen como pensamientos que aparecen de forma intrusiva y que, por su persistencia, generan un gran malestar en quienes lo padecen. Las compulsiones resultan de un comportamiento repetitivo e inevitable que busca neutralizar los pensamientos obsesivos. Sucede que, en poco tiempo, la compulsión que inicialmente surge como mecanismo de defensa acaba retroalimentando a la obsesión en un círculo cada vez más férreo y estrecho que oprime a quien lo sufre. Así, echando mano de un ejemplo común, una persona puede sentir que contamina sus manos al tocar objetos cotidianos y siente la necesidad de lavárselas para calmar ese pensamiento. Es probable que en poco tiempo vuelva a sentirse contaminado y requiera de un nuevo lavado de manos. Y esta secuencia, como decíamos, va atrapando a la persona de una manera que puede llegar a ser muy invalidante.

Se estima una prevalencia superior al 1% de la población general. El gradiente de síntomas y la vivencia de sufrimiento es diverso. Pero, ciertamente, las personas que lo sufren con mayor intensidad encuentran tremendas limitaciones para desenvolverse en su día a día. La comorbilidad (presencia de otros trastornos asociados) es frecuente, destacando la depresión por encima del resto de patologías.

Aunque la causa íntima es aún desconocida podemos considerar el TOC como un trastorno de origen multicausal. Disponemos de evidencias que sostienen tanto un modelo neurobiológico, con alteraciones de diversos circuitos cerebrales, como un modelo psicológico (secuencia circular de pensamiento intrusivo-compulsión), explicado de manera esquemática con el ejemplo anterior del lavado de manos.

Personalmente no reniego ni de uno ni de otro y abrazo una teoría intermedia en la cual cierto sustrato neurobiológico pudiera facilitar la aparición de esos pensamientos recurrentes y su compulsión secundaria.

La realidad clínica parece ir por ahí puesto que dentro del arsenal terapéutico tanta fuerza tiene la intervención psicoterapéutica como el abordaje farmacológico. Dependerá, por supuesto, de cada caso teniendo siempre presente el viejo aforismo médico: "no hay enfermedades sino enfermos".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios