El Trébol

Cierra de El Trébol, el jardín de infancia que fundaron tres señoras de Sevilla a finales de los sesenta

En la mente del niño, el pequeño jardín con albero y arriates que rodea el viejo edificio regionalista es poco menos que un campo de fútbol, y las pequeñas clases con mesas y sillitas que apenas levantan un palmo del suelo son salas luminosas decoradas por voluntariosos dibujos de colores. Era esa primera etapa de aprendizaje de las primeras letras que transcurre candorosa entre babis y profesoras alegradas por ruidosos recreos donde los niños saludaban con la mano a aviones de Iberia que siempre volaban a Madrid. No deja de ser curiosa la diferente percepción de la realidad hoy, al punto de resultar imposible imaginar cómo en espacio tan reducido puede caber un mundo tan grande.

La semana pasada tuvimos noticia del cierre de El Trébol, el jardín de infancia (escuelas infantiles le llaman ahora, hasta en los nombres hemos salido perdiendo…) que fundaron tres señoras de Sevilla a finales de los sesenta en el más allá del barrio de Nervión, junto a la Gran Plaza, y donde entre otras cosas nos enseñaron a leer y a escribir a muchos de los que poco después pasaríamos a Portaceli. Una innovadora apuesta por la educación de calidad, una privilegiada antesala al colegio de los mayores, formal en las formas y rigurosa en lo académico, en una época en que la educación infantil no era mayoritaria y muchos ni siquiera la cursaban.

Si en la memoria sentimental de la gente tiene un sitio especial aquellos nombres que asociamos con los primeros pasos en la vida, en la mía no pueden faltar los de Carmen, Curriqui o Tere, y no tanto por la satisfacción de llegar a casa con el inocente orgullo infantil de entregar a mis padres un pequeño boletín lleno de tréboles verdes, sino por el agradecimiento tardío de los bienes recibidos. La buena educación, como tantas cosas, se cotiza poco, se valora menos y se agradece tarde.

Según declaraba su última directora en el periódico a cuenta del cierre, son varias las razones que lo han motivado, pese a que desde hace ya unos años era un centro concertado. A su manera, El Trébol ha sido víctima del sistema de gestión actual de la educación, donde la apuesta por la concertación de centros de un genuino carácter privado une su suerte a la oferta y la demanda. Lo que no obsta para recordarlo como el centro de referencia que en su día fue, y no evita que cuando pasemos por su puerta se nos escape una infantil sonrisa.

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