La tapia del manicomio

Trenes y pateras

Esta mujer ha sido tiroteada y muerta sin salir de su país, por el terrible delito de elegir una forma de vida en libertad

Aquello sí que era un chollo. En los años sesenta un par de millones de españoles tuvieron que coger la maleta de cartón y subirse al tren, camino de Alemania. Para los que nos quedamos aquí, aquello era un gesta: dejar todo lo poquísimo que uno tenía -prácticamente solo la familia- para buscarse la vida de manera más digna que la que teníamos en España. Decíamos que era un chollo porque a pesar de todos los inconvenientes -trenes cutres y lentos, habitaciones compartidas no menos cutres, alejamiento de sus casas casi permanente- llegaban vivos y vivían, incluso podían ahorrar unos marcos que enviaban a España, donde una vez convertidos en pesetas eran un dineral para sus familiares.

Ahora hay ciudadanos de otros países que no han tenido tanta "suerte". Pensamos en la chica de Tetuán que encontró la muerte en el Estrecho. Su situación debía ser aun peor que la de los emigrantes españoles de los sesenta, porque ni siquiera tuvo a mano un vagón de tercera para subirse con su maleta con destino a Europa. En España, aquellos emigrantes recibían facilidades del Régimen para que se fueran: revisión médica, pasaporte en regla, visado y hasta contratos de trabajo en algunos casos. A cambio, claro, de que enviaran marcos y francos, divisas de las que el susodicho franquismo carecía en absoluto. Estos emigrantes de hoy tienen que huir clandestinamente. En el caso de Hayat, la joven se aferró a lo primero que pudo pagar, que era una embarcación de narcotraficantes de las que se dedican a cargar también emigrantes; la Marina Real marroquí la ametralló y, mira por donde, la única muerta fue Hayat. Ahora nos cuentan los periódicos su breve y asendereada biografía que se puede resumir en miseria y en echarle valor a la vida. El valor también le ha costado la vida a otra joven, Tara, en este caso iraquí y no pobre, sino famosa y rica. Esta mujer ha sido tiroteada y muerta sin salir de su país, por el terrible delito de elegir una forma de vida en libertad y vestir y pensar como la mayoría de sus congéneres de otros muchos países. Se queda uno cavilando si la sociedad está avanzando en tolerancia y en apertura de miras, y a primera vista parece que no. No sabemos si se trata de un retroceso temporal y luego se darán otros pasos adelante. Lo malo es que como tarde mucho en llegar la onda positiva no nos va a pillar vivos.

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