LA TRiBUNA

Antonio Grijalba

Túneles y rotondas

LA urbanización y venta del Toyo I por gestión pública (y no privada, como planeaba el gobierno municipal del PP, 1995-99) generó en torno al 2005 sustanciosas plusvalías, que aportaron al Ayuntamiento una liquidez hasta entonces desconocida. En la cresta de la ola inmobiliaria era difícil sustraerse a caprichos de nuevo rico y, como en otras ocasiones, se trasladó un modelo de Madrid a la escala del cañillo.

Así surgieron proyectos faraónicos para perpetua memoria de los co-regidores: A medio plazo se pergeñó el soterramiento de vías urbanas, se planteó erigir un templo civil "a dedo" con Foster - como si Hadid, Zaera, Calatrava o Nouvel fuesen del montón - y, puesta la mira en la reelección del 2007, lo inmediato fue desdoblar el acceso por el cementerio, que merece comentario aparte.

Los humos del palacio quedaron rebajados por temor al conflicto jurídico y por la cruda realidad de una crisis económica que seca las fuentes de recaudación. Pero algún empeño personal mantiene, contra viento y marea financiera, uno de los mayores despropósitos (como aquello de tirar al mar la sierra de Gádor) llevando a los boletines oficiales de España y Europa el soterramiento de la carretera de ronda.

Ni un proyecto de encargo ni una docena de estudios a medida son garantía de racionalidad. El papel aguanta todo, pero estamos hartos de ver taludes que se vienen abajo y presupuestos que se van por las nubes. Cuando hay tantas carencias que cubrir con unos recursos cada vez más escasos, se quiere derrochar 25 millones de todos los almerienses en algo que nadie ha pedido ni hace la menor falta.

¿Qué utilidad tiene horadar un kilómetro bajo vía urbana, para dejar un túnel con doble sentido? ¿No sería más práctico tener un sentido en superficie y el otro bajo tierra? ¿Cómo se accede desde superficie a San Juan Bosco, por ejemplo, si todo el ancho de calle queda ocupado por la rampa de escape? Pero, sobre todo, ¿se ha pensado lo que pasa en los subterráneos cuando cae una tormenta como las dos recientes?

El 10 de octubre los medios publicaban la presentación a bombo y platillo del túnel de ida y vuelta y, en la página siguiente (incluso en la misma), el cierre preventivo en el de la Goleta. Y el lógico temor era despejado alegremente, por un alcalde que no tiene empacho en llama bulevar a una simple calle sin árboles, oponiendo sus 1.100 metros de túnel a un paso inferior con poco más de cien.

Efectivamente, no hay punto de comparación: Si el charco de la Goleta se tragó tres coches, ¿cuántos podrían quedar hundidos bajo la carretera de ronda y sin acceso para equipos de rescate? Por supuesto, se habrá previsto una instalación de bombeo, como en el futuro paso de la carretera de Níjar bajo avenida del Mediterráneo. Pero no es raro que las bombas queden sin corriente durante una tormenta.

Tal vez el disparate nace de una frustración - si no podemos soterrar el ferrocarril, soterremos las calles - y en ese caso sería deseable la sublimación hacia un objeto similar: Si hay tanto empeño en hacer un túnel, que sirva para soterrar el tranvía, trazando el primer tramo del Metro almeriense desde la estación de Renfe al Barrio Alto, hacia Torrecárdenas.

El subterráneo de la Goleta formaba lote con el puente de avenida Mediterráneo. Ambos sustituyeron a sendos pasos a nivel, siendo alcalde Martínez Cabrejas, aunque no lo proclame uno de esos monolitos que crecen como hongos. El puente nos recuerda las diferencias norte-sur: Con su acera única y sin paso de peatones - como el que sí hay en su extremo norte - las 500 Viviendas quedaron aisladas.

Y junto al Rafael Florido, la Corporación anterior atinó a rellenar el círculo de la glorieta partida, pero lo que asoma entre las 500 y Cortijo Grande no tiene nombre. Eso sí, ya tiene fuente para decorar su centro, porque en esas rotondas chiquilicuatre no se sabe si antes fue la gallina o el huevo. Creí que este Ayuntamiento no haría más enanas descentradas, como la de Montserrat-aeropuerto; pero no hay término medio entre soterramientos colosales y rotondas jibarizadas.

Desoyendo los avisos del último año, en Cortijo Grande se ha retomado un diseño que, con toda razón, los técnicos municipales rehusaron en el 2001 por peligroso y antifuncional. La glorieta no reabre la vía de servicio ascendente ni cumple una norma elemental: El círculo interior no debe medir menos que el ancho de las calles, incluyendo vías de servicio. Pague quien pague, se ha perdido la ocasión y más pronto que tarde habrá que cambiarla. Para hacer chapuzas es mejor tener las manos quietas o dedicarse a otra cosa.

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