Turismo y cultura

Ambos conceptos han sido modificados con el tiempo por mor de la mercantilización y el consumo

Sin duda habría que revisar los confusos conceptos de turismo y cultura, lo que se entiende por acto cultural y lo que significa el hecho de viajar. Ambos, está claro, han sido modificados con el tiempo por mor de la mercantilización y el consumo. La cultura y el turismo de masas poco tienen que ver con el significado de tales palabras. La masificación de ambas ha conducido a una banalización que no debe entenderse como despectiva, sino como empobrecedora.

Nadie creo que sea capaz de explicar lo que es la cultura. Algunos, como Woody Allen, opinan que hay que intentar acabar de una vez por todas con ella. Pienso que se refieren a la cultura considerada como expresión sólo al alcance de algunas élites, olvidando que cultura e información son cosas distintas. Un doctor puede ser, y de hecho abundan, un perfecto inculto que no sabe más que de una mínima parte del saber e ignora cosas elementales. Un campesino, en cambio, puede ser ágrafo, iletrado, incluso analfabeto, y ser culto y sensato por cuanto su experiencia vital le ha hecho comprender su realidad y la del mundo que le rodea.

Lo mismo podría decirse del hecho de viajar. Lejos quedaron ya los objetivos perseguidos por el grand tour para convertirse en una trivialidad más como parte de una industria que, como la de los libros denominados best sellers o los conciertos de masas, no van más allá del entretenimiento. El viajero es una cosa y el turista otra, el lector es una cosa y el devorador de novelas de consumo otra.

Hago esta reflexión, por todos conocida y por muchos criticada, al hilo de la polémica originada por la utilización del Museo de Bellas Artes de Sevilla para promocionar una revista del corazón. Es lógico que haya suscitado el rechazo de muchos columnistas y el escándalo de los puristas. Pero, qué quieren que les diga, lo que hay es lo que hay y esto no es un caso aislado ni será el último. En el arte, en la industria y en la denominada cultura, siempre ocupó un lugar importante la trasgresión. La masa lee y visita monumentos como si comiese frutos secos. Muchos van al cine a comer palomitas aguantando un bodrio insufrible o viajan por el mundo sin entrar más que en la anécdota. No van a una ciudad a conocerla y desvelar sus secretos, sino a subirse a las atracciones de un parque temático o recorrer los tópicos que la agencia de viajes le ofrece. Money, money, money… poco más.

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