No puede considerarse a Almería históricamente un desierto para la filosofía. Y no lo es solo por el caso de Nicolás Salmerón sino por el de otros muchos. Hay una producción histórica en ese sentido rica que se merece el rasgo de singularidad. Lo resumiré escuetamente. Por ejemplo, Almería fue conocida por la transmisión del sufismo. Aun resuenan nombres como Abulabás Benaraif y Al-Ruayni. Ambos seguían a la escuela masarrí, de Ibn Masarra, de donde es destacable la mística neoplatónica y la metafísica. Masarra seguía a Plotino de Alejandria y a la doctrina de la creación de Empédocles. Al mismo tiempo tenía una interpretación esotérica del Corán. Tiempo después Mohamed Ibn Isa desarrollo ampliamente el sufismo en Almería. Entonces esta ciudad era un foco de sufismo y referencia en toda la península. Por otro lado hubo filósofos muy conocidos que se refugiaron en Almería para salvarse de la muerte. Fueron Maimonides y Averroes, que buscaron la protección de los sufíes y se alejaron de sus enemigos. Además, también estuvo Avempace que paso un tiempo en Almería y que aprovechó para desarrollar a Aristóteles como fruto de su pensamiento. Pero al margen de lo sucedido en esa época, en Almería hubo más filósofos y más filosofías. En tiempos más recientes, a principios del XX, tenemos a Federico Castro y Fernández, perteneciente al círculo Krausista de la época. También está Andrés Pérez Molina, de Vélez Rubio, sacerdote, teólogo y filósofo que dedico su vida a la obra social y a impulsar la solidaridad en la provincia. Más actual, aún, en el XXI, esta Jesús Padilla Gálvez, nacido en esta ciudad y con formación en la Universidad de Colonia, que ha contribuido a desarrollar el pensamiento de Wittgenstein entre otras cosas. Obviamente esta Nicolás Salmerón, que lo hemos dejado para el final. Fue un personaje multidisciplinar que no solo inventó una línea dentro del krausismo, la más positivista, si no que se vinculó a la institución libre de enseñanza con Giner de los Ríos. Pero sobre todo fue el mejor ejemplo español de filósofo práctico por vincular fielmente estos conceptos: pensamiento-acción-realidad; y además lo fue por saber llevar la filosofía al mundo de la política, la prensa y la educación de una forma adecuada para transformar la sociedad. Su interés era hacer una acción práctica en su labor y no conformarse con la teoría. Ars Vitae, decía.
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