Pues no sabe uno a qué carta quedarse, qué es peor, si el síndrome de abstinencia o que el fútbol no pare. Lo ocurrido en Italia con su semejanza a lo que obligó a extraditar la Copa Libertadores da que pensar, aunque no cabe achacar a un exceso de confituras navideñas los desmanes ocurridos en los alrededores de San Siro durante la antesala del Inter-Napoli, una especie de muestra de cómo se vive en el país transalpino la rivalidad Norte-Sur.
Un muerto encima de la mesa da para negociar una salida digna a esta barbarie. Y no es que los incidentes de Buenos Aires hayan hecho metástasis ahora, pues la historia del fútbol está plagada de sucesos protagonizados por esa escoria que vive emboscada en cualquiera de las muchas peñas ultras que viven en el mundo, en todo el mundo. Es una violencia ciertamente globalizada que no debe ser fácil de erradicar dado el número de incidentes que se registra cada curso.
El miércoles se estrenaba en la Serie A una especie de Boxing Day a la italiana y la experiencia no ha salido bien. La barbarie se ha enseñoreado de nuestra sociedad y el fútbol es parte de ella, conque... Y ya el colmo es cómo se hermanan bárbaros de distintos encastes, algo que también existe aquí. Bueno, pues allí, los ultras del Inter andan confraternizando con lo peor de cada casa de Niza y de Varese, formaron un frente común y esperaron emboscados a los autobuses napolitanos. Un espanto.
Con el juego que nos ha dado en estos largos días de sequía futbolera el elogio al Boxing Day, ahora no sabemos a qué carta quedarnos. El castigo ahora es que los ultras interistas no pueden acompañar a su equipo hoy en Émpoli. Y ahí se da lo de justos pagando por pecadores, pero algo habrá que hacer para que el fútbol, ese hermoso juguete que nos encandila desde la niñez, esté protegido y puesto a salvo de esas hordas que confunden el ánimo con hacer el animal.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios