Eso de los chiringuitos ideológicos

En estos días se llenan los buzones de propaganda electoral en la que creíamos encontrar lo que consideramos prioritario

Se dice que en la guerra y en el amor todo está permitido. Podríamos extender ese principio y decir que también en las elecciones "todo está permitido". Entre esos medios está, sin lugar a dudas, el de difundir en sus mensajes con mayor o menor sinceridad cuáles son las prioridades, los proyectos y las ideas que llevarán a la práctica caso de ser elegidos. Será por eso que en estos días se llenan los buzones de propaganda electoral en la que creíamos encontrar lo que, como electores, consideramos prioritario: saber qué van a hacer con nuestros votos. Pero una vez más encontramos que, excepción hecha de un partido que pone una sinopsis de su programa, los demás se apañan con alguna que otra foto, un par de consignas que poco o nada dicen, y ya está. Es algo frustrante: ¿será porque no consideran que seamos capaces de entender su mensaje? ¿O que no tenemos ningún interés ni ganas de esforzarnos? ¿O tal vez que no quieren que nos enteremos ni comprometerse por escrito? Si de esos mensajes dependiera, poco criterio tendríamos a la hora de votar. Menos mal que hay caminos algo retorcidos. Se trata de indagar qué pretenden hacer analizando algunas de las críticas que hacen a otros partidos. Es revelador, por ejemplo, atender a lo que algunos han estado llamando "chiringuitos ideológicos" que se proponen erradicar cuando lleguen al poder. Llama la atención la nomenclatura por una doble carga despectiva.

No es nuevo el procedimiento y llama la atención, sobre todo, el calificarlos de "ideológicos", como si las posiciones contrarias a las de esos mal llamados "chiringuitos" tuvieran el don de estar exentos de subjetividad y de ideología: "Lo suyo, que detesto, es ideológico; por tanto, lo mío, que es todo lo contrario, tiene un valor objetivo", parecen querer "razonar". Me recuerdan lo que, según Nietzsche, argumentaban los "débiles": "Tú eres malo y eres mi enemigo; por tanto yo soy bueno". Pero no es así: como si los libros de historia que se pasan páginas enalteciendo a determinadas figuras o hechos (los Viriato, Isabel la Católica, Numancia y otros) no hubieran sido seleccionados por una ideología. Como si la oposición a la educación sexual no fuera pura ideología. Como si la defensa de los toros estuviera libre de fundamento ideológico. Como si el machismo reflejara una estructura objetiva de la realidad. Como si el nombre "violencia intrafamiliar" no ocultara una triste ideología.

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