Utopías posibles

Luis Ibáñez

Profesor

Hacia la coherencia

La coherencia solo podemos entenderla como un proceso, nunca como una meta conseguida, acabada

Hace un par de días leí un interesante post que terminaba describiendo algunas situaciones en las que claramente podemos descubrir qué profesorado cumple o no con lo que manifiestan en su discurso o en sus propias programaciones, y creo que esa misma idea es aplicable a todos los aspectos de la vida de un centro educativo, e incluso a las familias y la sociedad en general. Si hiciéramos una encuesta preguntando al profesorado o a las familias si creen en la democracia, si les gusta que los demás tengan en cuenta su opinión, si creen en el diálogo, en que los conflictos se resuelvan pacíficamente, si prefieren obedecer órdenes o que les expliquen razonablemente las cosas… seguramente una grandísima mayoría jamás dirían que son personas antidemocráticas, poco dialogantes, agresivas o autoritarias. Sin embargo, en el ámbito personal o familiar, en el trabajo, en la escuela, ¿solemos tomar decisiones teniendo en consideración a las demás personas? ¿utilizamos argumentos? ¿resolvemos los problemas pacíficamente?

En nuestra sociedad es muy complicado ser totalmente coherentes. El estilo de vida, las prisas, la necesidad de pagar facturas, de hacer diez mil cosas más que nuestros abuelos, hace que no nos paremos a reflexionar, que vivamos con la inercia de los días, la de no pensar y solo hacer, como autómatas. No tenemos tiempo o fuerzas suficientes para el diálogo o el acuerdo mediante argumentos. No podemos detenernos a analizar cada situación vivida porque resultaría inabarcable… pero tampoco podemos situarnos en el otro extremo de la incoherencia. No podemos creer firmemente en la democracia, los derechos humanos, la participación o la convivencia y que nuestro comportamiento sea absolutamente autoritario, tomando decisiones sin contar con las personas que nos rodean, o cerrando la puerta del aula a cal y canto. Tenemos dos opciones: cambiar nuestros actos, o revisar nuestro modo de pensar.

La coherencia solo podemos entenderla como un proceso, nunca como una meta conseguida, acabada. Asumiendo que nunca podamos ser del todo coherentes, cuanto más consigamos poner de acuerdo lo que pensamos con lo que decimos y lo que hacemos, tanto más felices seremos y mejor funcionará todo. Lo contrario es la esquizofrenia, la infelicidad y la insatisfacción en nuestra vida personal, familiar o escolar. Por eso es importante caminar hacia la coherencia. Intentarlo, al menos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios