Utopista

Tal vez sea necesario, en algunos contextos, generar una cultura de las consecuencias ante que una de las causas

Existe un camino de agradable transito por donde deambulan las mejores mentes de nuestro tiempo: la Utopista. Los utonautas pasan con frecuencia por esa no-vía buscando el no-lugar que les corresponden. Antes de pasar el acceso hacia la utopista hay un letrero con una fácil lectura: la utopía siempre declarará el horizonte hacia donde dirigirse, donde no importa tanto la llegada como el acto de ir hacia allí. En dicho acto suele darse una deconstrucción del entorno del utonauta y una reconstrucción de su identidad. Si no fuese, así el objetivo del viaje carecería de sentido. Una utopía siempre debe modificar el interior del utonauta. No obstante a mitad de camino aparece otro letrero indicando que es probable que el camino acabe en vía muerta, de donde se entiende que no hay un lugar de llegada puesto que se trata de un no-lugar. A partir de ese momento el utonauta debe buscar una salida de la utopista y localizar alguna carretera secundaria por donde seguir la senda de sus propósitos. Por suerte a unos 100 metros hay una vía llamada Pragmatismo. Al final de ese camino es posible desarrollar la utopía desde los presupuestos de la utilidad y el realismo o, dicho de otra manera, allí es posible llevar a la practica las ideas y encontrarles un lugar que suponga el final del camino que no existe en la utopista. Y suele ocurrir con frecuencia que los mejores utonautas descubren esta carretera secundaria para hacer posible la utopía. Cuando esto sucede no se dan las condiciones optimas para la afirmación categórica de haber conseguido la utopía en su totalidad pero si se dan, sin embargo, las condiciones mínimamente aceptables para lo mismo de donde la utopía, al menos, resulta un hecho real. De todo esto se dio cuenta Pierce en el siglo XIX cuando creó la escuela del pragmatismo para revalorizar la cultura de las consecuencias sobre la de las causas y para ofrecer, por ejemplo, al utonauta un lugar posible donde realizar sus objetivos. Ese lugar puede ser idéntico al otro pero la condición necesaria para convertirse en un hecho real será eliminar alguno de los adjetivos del no-lugar. Y eso no tiene porque ser negativo para el utonauta: una utopía irrealizable, amen de servir como inspiración, tiene menos réditos que una utopía realizable. Es más, a veces debe lograrse alguna utopía así para que la humanidad siga generando utopías. El progreso depende de eso.

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