LA VIDA INTERIOR

Según Schopenhauer, las capacidades intelectuales son las que determinan casi todo lo que uno puede llegar a ser

En el capítulo primero de los "Aforismos sobre el arte del buen vivir", Schopenhauer fundamenta la suerte y fortuna vital de los humanos en lo que se es, lo que se tiene y lo que se representa. Para el pensador alemán, no obstante, lo que uno tiene y lo que uno representa ante los demás son factores recíprocos (tanto tienes, tanto vales) y de muy poca importancia para la consecución de la felicidad personal si se comparan con lo que uno es, de facto. Lo que se es abarca las condiciones físicas -la salud, el vigor, la belleza- y las intelectuales -la inteligencia, la motivación, la actitud moral- y es la base para la realización de la persona. Ya Metrodoro, primer discípulo de Epicuro, indicaba que "es mayor causa de felicidad propia lo que procede de uno mismo que lo que procede de las cosas". La satisfacción o desdicha de las personas emanan, en primera instancia, de sus sentimientos y sus pensamientos. Lo exterior satisface o frustra sólo de modo indirecto. Lo determinante, por tanto, son las cualidades de la consciencia; somos prisioneros de nuestra individualidad. Schopenhauer insiste en que las capacidades intelectuales -o espirituales, que para el caso son lo mismo- de esta consciencia son las que determinan casi todo lo que uno puede llegar a ser y el grado máximo de dicha que puede alcanzar. La gente de escasa fuerza espiritual, de poca inteligencia, buscarán su dicha y bienestar en los placeres sensoriales externos y en entretenimientos vulgares. Pese a que puedan alcanzar éxito económico y mundano, no podrán acceder nunca a placeres elevados. Al contemplar artículos de lujo para su venta, Sócrates solía exclamar: "Cuantas cosas hay que no necesito". Lo innato es por tanto determinante. Una educación y formación cultural integrales tan solo mitigan en parte el drama del mediocre carcomido por su tedio. "Un hombre ingenioso, aunque esté completamente solo, se entretiene de maravilla con sus propios pensamientos y fantasías, mientras que al torpe ni la alternancia constante de reuniones sociales o las parrandas lo libran del suplicio del aburrimiento". La vaciedad del fuero interno y lo insulso de la conciencia llevan a buscar la compañía de los semejantes; lo similar se complace en lo similar. Se lanzan juntos a diversiones y entretenimientos que abocan a los excesos, los derroches y despilfarros. Concluye por todo ello Schopenhauer que "la pobreza interior termina arrastrando consigo la exterior".

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