República de las Letras

EL VIEJO DE SORIA

¡Qué descubrimiento! El viejo poeta exiliado me deslumbró: de pura sencillez, era pura poesía.

El pasado sábado fue el 81 aniversario de la muerte de Machado en Collioure (o Colliure en español, pero permítanme que lo escriba como lo aprendí en la adolescencia, en francés). Siempre que sale Machado cuento cómo llegué a su poesía. En la escuela franquista y luego en el instituto no se hablaba de él. Cuando se ponía su nombre a una calle se le asociaba a su hermano (la Calle Hermanos Machado de Almería, p.ej.). Aquel hermano fue franquista por obligación: la guerra le pilló en Burgos visitando a una cuñada que era monja. ¿O se fue allí ante la proximidad de la sublevación militar contra la República? Sobrevivir en la zona franquista siendo un conocido poeta republicano no debió de ser fácil. Mezclado con él, Machado, el verdadero Machado, digo, pasaba más desapercibido para el común de la gente. Y yo lo desconocía. Hasta que mi novia me regaló aquel disco de Serrat en el 69. ¡Qué descubrimiento! El viejo poeta exiliado me deslumbró: de pura sencillez, era pura poesía. Yo estaba todavía en el romanticismo de Bécquer -el ángel de la verdadera poesía, según don Antonio- y pronto bucearía por los del 27 -más por Lorca- hacia el lírico compromiso de Miguel Hernández. Pero aquellas letras claras, directas y libres de florituras, aquellos poemas pobres de rima, me parecieron espejos limpios de un alma limpia.

Luego, leyendo una vez y otra sus obras completas en diferentes ediciones, sus diversas biografías y las glosas que de sus poemas llegué a conocer, me di cuenta de que hubo un Machado antes y otro después de Soria. Profesor de francés en aquel instituto, en la vieja ciudad castellana conoció don Antonio a la que sería su mujer, una adolescente que murió tuberculosa en 1912. En su libro más emblemático, Campos de Castilla, vibran un alma llena de paisaje y un corazón compungido por la pérdida: Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería… ¿Habrá en el mundo poema más doloroso, pero más sencillo? El Machado posterior, el de Baeza, Segovia…, no es más que el reflejo, el eco del Machado triste de Soria: En la desesperanza y en la melancolía/ de tu recuerdo, Soria…/ por los floridos valles, mi corazón te lleva. Para un adolescente enamorado que había leído las Rimas de Bécquer en el Cementerio, aquellas canciones de Serrat, aquellos versos del viejo Machado, debieron abrir de par en par las puertas de eso tan etéreo e incólume, tan personal, que llaman POESÍA.

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