El callejón del gato

VOX no disimula

Y peor aún que el PP los acepte como socios para gobernar en Andalucía

Lo que no se le puede reprochar a VOX es que anden con disimulos. Si analizamos la trayectoria política o profesional de sus principales dirigentes, se sabe de sobra con quienes estamos tratando. Su presidente Santiago Abascal, cuyo uno de sus objetivos principales es acabar con los chiringuitos, estuvo chupando del bote, al amparo de su entonces amiga personal, Esperanza Aguirre, primero como director de la Agencia de Protección de Datos de la comunidad de Madrid, (vaya usted a saber los datos que protegía). Y segundo como director de la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social, con un solo trabajador a su cargo y sin actividad que se conozca, aparte de abrir y cerrar las puertas del despacho. En cuanto a lo que sabemos del matrimonio Iván Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio es que, antes de dedicarse a la política, se dedicaban a la compraventa de lofts construidos en suelo industrial, engañando a los comparadores de buena fe que fueron obligados a desalojar las viviendas por carecer de licencia de habitabilidad, después de haber pagado más de medio millón de euros. También consta en el currículo de la señora Monasterio que firmaba proyectos de obras como arquitecta sin tener el título, y en el historial de su marido que no pagaba a los obreros que hacían reformas en su chalet. Pero todo ello es peccata minuta cuando se tiene una cara de cemento armado y se va por la vida mirando al personal por encima del hombro. La misma cara que se necesita tener para empadronarse en Salobreña sin haber pisado sus calles, con el fin de presentarse como candidata a las Elecciones Andaluzas. Andalucía es una tierra muy acogedora y a cualquiera que se acerque le resulta muy fácil adaptarse, pero esta Macarena Olona, con esos modos y manera, parece un bicho raro, una extraterrestre, que nos han mandado desde, no se sabe dónde, para poner el pan barato. Y viene dispuesta a reírse de los andaluces cobrando un sueldo como diputada de una comunidad autónoma que borraría del mapa, si pudiera. Vivir para ver. El problema no es que cuatro personajes de semejante calibre pretendan vivir de la política, sino que cuenten con el apoyo de aquellos ciudadanos que, sabiendo quienes son, no tienen escrúpulos en depositar en las urnas una papeleta donde figuren las siglas del partido que representan. Y peor aún que el PP los acepte como socios para gobernar en Andalucía. si el resultado de las elecciones se lo permiten.

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