Carta del Director/Luz de cobre

Vacunarse, siempre sí

Lo peor de este mundo de informaciones contradictorias y de bulos, es la generación de dudas y miedos

La polémica en torno a alguna de las vacunas contra el coronavirus es una especie de Guadiana. Dependiendo de como se desarrolle el proceso y de la importancia de las noticias en torno a la COVID-19, ascienden al primer plano de la actualidad o se sumergen en las profundidades de las redacciones de los medios a la espera de mejor ocasión. El ejemplo que corrobora la tesis lo tenemos en cómo hace dos semanas se paralizó de forma cautelar la inmunización con AstraZéneca y como hoy, quince días después, el proceso continua con la normalidad que requieren situaciones de este tipo y que no es otra que el silencio del trabajo, la responsabilidad de los vacunadores y el alivio de quienes reciben la primera o segunda dosis.

¿Quiere ello decir que los casos de trombos han cesado por arte de magia? Rotundamente no. Siguen ahí, pero son tan contados que no pasan de un porcentaje ínfimo. Tanto como para considerarse uno más de los riesgos que entraña tomar cualquier otro medicamento. Algo similar ha ocurrido esta semana con la vacuna de Janssen. Tras la paralización cautelar que adoptó la Agencia del Medicamento de Estados Unidos, nos encontramos con la prudencia de la europea y, transcurridos los plazos prudenciales, se retoma la inmunización colectiva. No se puede, o mejor dicho, no se debe poner en tela de juicio el proceso. Sobre todo si los mensajes vienen dictados por aquellos que de medicina saben lo que un pastor de ovejas de energía atómica. En el caso que nos ocupa deben ser siempre, sin excepciones, los expertos los que tomen las decisiones. Caso contrario nos envolveremos en el paraguas de la polémica, tan vana, huera y vacía como lo son todas, aunque en casos como el de la pandemia de coronavirus, estemos jugando con vidas humanas. Lo peor de todo este complejo mundo de informaciones contradictorias, de bulos innecesarios y de noticias falsas, es la generación de miedos y dudas en los ciudadanos de la calle, en aquellos que simplemente están expuestos al virus y que, con la vacuna, desaparecería de sus vidas para volver a la normalidad. Les cuento un caso de una familia tipo. Un matrimonio almeriense de entre 60 y 70 años. A él, vamos a llamarlo Juan, por poder identificarlo, lo llamaban esta semana para inocular la primera dosis de AstraZéneca. Acudió a la cita raudo y convencido. En él, tanto bombardeo informativo no ha dejado el menor poso de miedo o de duda. La mujer, María, aún no ha sido citada, pero tiene la posibilidad de usar el teléfono de citas que existe, y poder comenzar su inmunización. En ella, por contra, tanta saturación de noticias contradictorias han provocado un miedo atroz y escénico. No quiere ni oír hablar de vacunas. Los riesgos son muchos, pero ahí sigue. ¿Por cuánto tiempo? Lo desconozco. Pero si los llaman, ¡vacúnense!, siempre. No arriesguen su salud.

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