Van contra el diálogo

Como todos piensan que la razón es suya o, por lo menos tienen la fuerza, se niegan a llegar a acuerdos

Sería idílico un mundo donde no hubiera conflictos. Sin problemas. Todo en paz, como si se tratara de un paisaje primaveral. Pero los paisajes primaverales que nos llenan de paz solo son un falso escaparate. Por detrás de esa armonía hay una lucha continua. Lo vislumbró, mejor, lo vió el griego Heráclito que decía que "la guerra es padre de todas las cosas". No se ve. Pero está. En la naturaleza parece dominar la ley del más fuerte. El insecto nada puede hacer ante el pájaro, y tampoco el cordero ante el lobo, y tienen que huir o resignarse. Entre los humanos también hay conflictos soterrados como esos. Pero no siempre están soterrados. Hay enfrentamientos que se ven, se sienten y se sufren. De estos tenemos abundantes ejemplos. Solo voy a citar dos, que no son los únicos, pero que nos están afectando de lleno. Uno es, curiosamente, el caso de un país extranjero: Venezuela. El otro, el independentismo catalán. Están ahí. Negar que consisten en un enfrentamiento abierto entre dos grupos de humanos con posiciones muy diferentes, o mirar para otro lado, no conduce a nada. En los dos casos nos encontramos con una situación dialéctica: unos son la tesis; los otros son la antítesis. En la mayoría de quienes lo viven se observa cierta tendencia a intentar superar la situción ahogando a la parte contraria. Simpleza de dogmatismo que no admite posición contraria. Es claro que nunca se pondrán en contacto con "los otros", y si hay algún caso en el que se dobleguen a hablar pondrán tal cúmulo de condicionantes que la comunicación se hará imposible. Los conflictos se eternizan y estaremos condenados a vivir en permanente situación de tensión, a no ser que unos se impongan a los otros como el pájaro con el insecto o el lobo con el cordero. Pero eso no es humano. Abusar utilizando la fuerza puede ser darwinista pero Kropotkin mostró que, también en la naturaleza, es un factor de evolución la ayuda mutua. Como todos piensan que la razón es suya o, por lo menos tienen la fuerza, se niegan a llegar a acuerdos. Eso me permite comprender por qué caen en aluvión las críticas, cargadas de denuestos, cuando hay grupos o personas que intentan promocionar entendimientos. ¿Tanto les dolería una síntesis entre las mencionadas tesis y antítesis o llegar a un acuerdo? ¿Cuáles son las motivaciones de los que pugnan? ¿Orgullo? ¿Ambición? ¿O una absoluta convicción, rayana en lo irracional, de ser lo despositarios de la única verdad?

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