Libertad Quijotesca

Irene Gálvez

Vanidad y poder

El poder se aleja de la realidad porque las personas que lo encarnan se envanecen, se entregan al mito de la autoridad

E N el verano de 2013 Concha Velasco, artesana extraordinaria de la interpretación, subió al escenario de Mérida para encarnar a la desdichada reina de Troya: Hécuba. Fue la primera vez que en España se representaba completa esta inmortal obra de Eurípides, conocida como la madre de todas las tragedias. El próximo domingo se celebran elecciones en nuestro país, la segunda convocatoria en un mes, y en la Unión Europea para el Parlamento. No dejo de preguntarme sobre el conocimiento, en general, que tienen, o pueden tener, los políticos profesionales que nos gobiernan sobre teatro griego, cultura y política griega. Por la permanente falta de humildad que presumen, me temo que escaso. Trágico. Eurípides vivió durante el siglo ateniense por excelencia, el de Pericles y Aspasia, creadores de un sistema de gobierno que pretendía vencer la injusticia y la barbarie: La Democracia. Hécuba le dice al rey Agamenón "fui reina como tú lo eres, y ahora soy tu esclava, piensa que tú también podrías serlo un día". Eurípides empleo los mitos con gran inteligencia a lo largo de toda su obra. Innovador e incomprendido fue el primer autor que mostro a las personas tal y como eran, con sus conflictos, virtudes y debilidades. Sus héroes eran de carne y hueso. Para Aristóteles "el más trágico de los poetas". Hécuba nos enseña lo que nunca se debe hacer, llegar a la venganza total, absoluta, conduce al ser humano a un abismo de autodestrucción. Nos da la oportunidad de aprender que la falta de justicia y dignidad puede llevarnos a la desesperación. Los clásicos siempre son actuales porque la naturaleza humana continúa siendo la misma. No podemos escapar de las relaciones de poder. Precisamente por eso deberíamos implicarnos en el modo en el nos gobernamos y en quienes confiamos para que lo hagan. La democracia exige permanente autocritica y regeneración. El poder se aleja de la realidad porque las personas que lo encarnan se envanecen, se entregan al mito de la autoridad, olvidando la importancia de lo cotidiano y las consecuencias que para toda la población tienen sus actos. Hécuba y su dolor me llevaron a recordar a Baltasar Gracián, sin duda deberíamos tenerlo muy presente, cuando nos enseña que "por grande que sea el puesto, ha de mostrar que es mayor la persona". Humildad, no más vanidad, es necia y letal.

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