Unos científicos chinos acaban de publicar en la revista "Nature Aging" un estudio realizado con 27.000 personas de más de ochenta años, según el cual el sobrepeso -incluso una leve obesidad- se asocia a una menor mortalidad en estas personas. Deducen que el Índice de Masa Corporal (IMC) óptimo para la salud de los ancianos se encontraba entre los 26 y los 30,6, mientras que el sobrepeso se estima que comienza a partir de 25 y la obesidad a partir de 29. Aunque el estudio ha sido solo en una zona de China, los autores sugieren que quizá las recomendaciones sanitarias respecto al IMC, que se realizan a partir del estudio de peso y salud para la población general, se deberían ajustar para este grupo de edad. En algunos estudios similares parece que también funciona esta norma en otros países. Menos mal, porque tendría mala follá que un descubrimiento ventajoso para los chinos viejos no se pudiera aplicar al resto del mundo, cuando bien nos han jodido con la globalización del pangolín de Wuhan.

Pero el caso es que nosotros -y perdonen el vacile- ya sabíamos algo de esto y lo publicamos el 24 de diciembre de 1985 en la prensa local, bajo el titular "La barriga es bella". Señalábamos en ese artículo que unos médicos alemanes habían descubierto que las personas más longevas eran las que engordaban unos cientos de gramos anuales a partir de los cuarenta años. Lo de los chinos, pues, confirma nuestras esperanzas de que los médicos alemanes estaban en lo cierto. Con esto se abre una nueva era en la relación de los viejos con los gimnasios, los bares de tapas y las dietas hipocalóricas. Qué diferencia con lo que suelen mandar los médicos que te quitan el café, el vino, el tocino…, te ponen a andar y, en definitiva, nos señalan la puerta del asilo. Bueno, eso con suerte, porque los síntomas apuntan a que las plazas de las residencias para carrozas están escaseando, y por lo visto la tendencia es a peor. Con el Estado de beneficencia a que aspiramos, tanto jóvenes como viejos, llegará el día en que las residencias serán gratuitas, con lo que las colas para pedir plaza serán más largas que las que se formaban en las carbonerías en los años 40-50 cuando llegaba un motovelero con petróleo. Se dirá que son incómodas y deshumanizadas -que lo son- pero si son gratuitas habrá más de uno que preferirá estar en ellas en vez de en la plaza del pueblo esperando que llegue el manijero del cortijo a contratar una cuadrilla de braceros para que echen un día de trabajo mal pagado.

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