Venus y la pantera

La distracción con lo ajeno desplaza la preocupación hasta que la realidad trae una calamidad propia

Una pantera negra tiene poco que ver con la presencia de fosfano a unos cincuenta mil metros sobre el planeta Venus, pero cierto es que ambas noticias ocupan la actualidad informativa, no se sabe bien si como serpientes del verano en estertor o como reclamos de distracción ante las destemplanzas de un otoño no solo estacional. Además, ambas noticias son bastante recreadas porque los microorganismos, que dan indicio de ciertas formas de vida, se asimilan, fantasía mediante, al porte de unos primos hermanos venusinos, capaces de soportar el achicharramiento y la presión sobre la superficie de un planeta acaso más atractivo por el nombre de Venus. Condiciones que deben parecerse, aunque ningún mortal haya vuelto de un garbeo de ultratumba para contarlo, a las del mismísimo infierno. La pantera negra tiene poca entidad extraterrestre, ya que solo da para los sustos de la extrañeza inesperada, cuando un fiero animal salvaje, vestido de luto, amenaza la doméstica tranquilidad del vecindario -el bicho del virus no ruge, ni su presencia intimida porque no se ve-. Qué sería de la convivencia, no solo de la distancia, social si el virus pudiera, de algún modo, colorearse con algún reactivo y, de ese modo, saber dónde aguarda más o menos agazapado, quién lo trae puesto o a qué distancia anda suspendido. La pantera asusta por su inesperada fiereza deslocalizada, como ese cocodrilo que durante unas jornadas hizo confundir el Duero con el Nilo. Sin embargo, la vida ordinaria, sobre todo cuando se altera bruscamente por una pandemia, tiene razones de sobra tanto para sobresaltos feroces -que no sean mordiscos de pantera- como para descubrimientos mayúsculos -vacuna sin fosfano-. Pero esos motivos no distraen, sino que desconciertan y, por eso, poner cortinas o visillos a la realidad ha sido, históricamente, un remedio instrumental. La posibilidad de vida en las nubes de Venus, a más de cincuenta kilómetros de la superficie del planeta, donde las condiciones de presión y temperatura son algo asimilables a las terrestres, o las apariciones de una pantera buscada con helicópteros y sensores térmicos, tienen el atractivo de su extraordinaria singularidad. Si bien, mucho más distraen las trifulcas banderizas o los enredos confundidores para desplazar los intereses y las preocupaciones. Hasta que la pantera aparezca por los pasillos de la casa y la distracción con lo ajeno se convierta en calamidad propia.

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