Carta del Director/Luz de cobre

Verano de normalidad plena

Son tiempos que se prestan a la divesión, al despiporre y al solsticio de verano que alejen los malos augurios

Cuando contemplas como los ayuntamientos presentan su verano de conciertos y actividades lúdico-festivas como si no hubiera un mañana asientes, sonríes y te dices: ¡la normalidad plena ha vuelto! Después de dos años de pandemia, la provincia se despereza, se sacude miedos y se lanza a la búsqueda de un verano como los de antes, como los de siempre. Tiempos de sol, playa, tapas y atardeceres de ensueño, en los que estiras los días como goma de mascar.

Atrás han quedado las jornadas de dolor y los tiempos del miedo para dar paso a días de vino y rosas, en los que la crisis económica, las subidas de precios, la inflación y la guerra de Ucrania se pospone para la cuesta de septiembre.

Son tiempos que se prestan al despiporre, al desenfreno y a la magia del solsticio de verano, que alejen los malos augurios de nigromantes de bola de cristal falsa y de predicadores de sotana caduca que tratan de asomarnos al abismo. Bastante hemos sufrido ya como para pararse a pensar en el mañana más cercano y en los problemas por resolver, cuando sólo con girar la vista atrás aún percibes el dolor de miles de familias que no han olvidado a los seres queridos que la pandemia se llevó.

Los economistas y sus sesudos análisis no dejan de advertirnos contra el cataclismo o abismo al que nos asomamos y los ciudadanos, hombres y mujeres que cada día tratan de salir adelante, se afanan en desmentirlos llenando las tiendas, abarrotando los bares, colapsando los aeropuertos y provocando largas colas en las salidas de la ciudades, en la búsqueda de la felicidad fugaz de un fin de semana o de unas merecidas vacaciones.

Es lo que nos queda. Lo que podemos disfrutar en un mundo efímero donde los haya, en el que los tiempos tristes y groseros que aún corren por nuestras venas, se encargan cada momento de recordarnos que permanecen, que persisten, que están ahí. Pero a empecinamiento y a voluntad no hay quien nos gane. Tratamos del voltear, con seguridad, la época más dolorosa por la que ha pasado la sociedad en el último siglo y la afrontamos con la fuerza que nos mantiene a flote.

Si has sido capaz de recorrer el camino, y como diría Joaquín Sabina en su mítico tema "A mis cuarenta y diez", asómense a la ventana de su vivienda, caminen por la playa al amanecer o al atardecer o paseen por cualquiera de los cientos de senderos de nuestras sierras que desembocan o se inician en cualquiera de los pueblos de la provincia. Pierdan su mirada en el infinito y piensen: si he llegado hasta aquí y mantengo la fortaleza física y mental intacta después de la pandemia, qué me impide abandonarme a la pasión, al goce y al desenfreno de un verano que se asoma en el horizonte, pero que ya nos acecha desde hace semanas. Vivan, vivan como si no hubiera un mañana. Cada segundo que desaprovechen no vuelve.

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