Momento adecuado para acudir al viejo dicho, o tópico, de que la Liga está en un pañuelo y con el de casi siempre como favorito en todos los corros. El líder habitual del curso ya lo sigue siendo, pero menos y ya no sólo con los ladridos de galgos y podencos martilleando sus oídos, sino tanto con los galgos como con los podencos materialmente en el cogote. Los tres en un pañuelo cuando queda la friolera de 24 puntos en el aire.

Hasta cinco puntos dilapidó el líder en su semana sevillana, lo que ha constreñido la tabla como ni a imaginarse hace nada. Como gran beneficiado de lo último ocurrido ha salido el Real Madrid que si se vio favorecido por el extremeño Gil Manzano una semana antes más se alegraría una semana después con lo perpetrado por el mismo juez. Lo cierto es que los muertos que vos matasteis gozan de buena salud y están vivitos y coleando, sobre todo la incombustible tropa blanca.

Si se hubiera señalado y marcado el penalti de Mendy al holandés Braitwaite o no hubiese ido al travesaño el misil del emergente Ilaix Moriba, esta misma Liga estaría aún más apretada. También se ha apretado por abajo, con lo que nos espera un mes largo de una intensidad desconocida. A la igualdad en las dos puntas de la tabla hay que añadir esa clase media que ve Europa como tierra prometida y, sobre todo, que hablamos de ocho partidos en sólo cuarenta días.

Es diabólico el tramo final de ocho partidos en cuarenta días con todo, absolutamente todo, en juego. Quizás lo único decidido es la confirmación del Sevilla como equipo de Champions un curso más, pero el resto permanece en el aire. Es de agradecer que en este tiempo de contrariedades a granel, el fútbol nos haga un regalo como éste. Lástima que este apasionante tramo decisivo del campeonato se juegue con la triste banda sonora de las voces de los protagonistas.