Vietnam en la Maestranza

Esperemos que los señores maestrantes mantengan su apuesta tanto por el cartel como por el pregón

Después de leer y escuchar las muchas opiniones negativas, en esa escala tan sevillana que va desde la indignación al cachondeo, debo ser de los pocos a los que no les disgusta la obra presentada como cartel de la temporada taurina por el pintor danés de origen vietnamita Danh Vo, al que dicho sea de paso ya le podrían haber advertido, aunque sea de pasada, de la procedencia de ir a los actos conforme a las costumbres del sitio y el anfitrión. Sin saber yo nada de arte contemporáneo (aunque me temo que saber de esto es casi tan difícil como saber de toros), me gusta su doble apuesta por el color y su cita a Lorca y a Sánchez Mejías en esa extraña caligrafía, a la que quizá le falte algo de resalte. Lo aparentemente sencillo ("eso lo hace mi sobrina de nueve años", se oye por la barra del bar Taquilla…) a veces no lo es tanto, y en eso está precisamente el valor de lo auténtico.

Creo que esta controversia de cada año que va camino de convertirse en costumbre (sabido es que, en Sevilla, una cosa repetida tres veces adquiere ya dicha categoría) tiene su origen en la confusión entre la obra y el cartel. Porque realmente, desde los tiempos del recordado Juan Maestre, lo que encarga la Real Maestranza no es propiamente un cartel para la feria de la empresa Pagés, sino una obra con evocaciones taurinas para su fantástica pinacoteca, que además es utilizada como cartel, que es otra cosa bien distinta. Después, llegan los destinatarios genuinos del cartel (es decir, los aficionados), que lo que en verdad querrían no pasa de un trincherazo de Romero mejor o peor dibujado, y se encuentran con un tío en camiseta delante de dos caballetes con apenas sendos cuadros rojo y morado y, claro, tenemos la anual bronca montada.

Menos mal que, en el fondo, las balas de estos francotiradores que afloran con la primera primavera son de fogueo, y además tampoco tiran a dar. Por eso, confiemos en que los señores maestrantes no se dejen llevar por el olor a incienso y azahar que felizmente otro año, esta vez parece que sí, nos llama, y mantengan su apuesta por atraer a artistas e intelectuales de todas partes y tendencias, tanto en el cartel como en el pregón, que nunca se lo agradeceremos bastante. Y después, cuando los primeros clarines despejen el patio de caballos y nadie se acuerde ya de estas polémicas, que Dios reparta suerte entre los verdaderos protagonistas de los carteles.

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