Vigencia del marco clásico

El marco clásico sigue imponiéndose como la forma más bella y digna de presentar la obra ante nuestros ojos

Es muy frecuente ver, cuando se visitan museos de arte contemporáneo o galerías privadas de postín que buscan vender autores modernos de primera, cuadros enmarcados con molduras clásicas, la mayor de las veces de época y preferiblemente de estilo español. El marco va, por lo general, con una caja interior que permite a la obra separarse un poco del borde de la moldura, sin tocarlo, y quedar suspendida interiormente, como levitando. Este sistema permite también la colocación de un cristal antirreflejos cuando la obra es muy valiosa y los criterios de conservación así lo recomiendan. El caso es que abundan estas enmarcaciones para picassos, modiglianis, kandinskys y un largo etcétera de los astros de las vanguardias históricas. El marco barroco español, en sus distintas modalidades, de los siglos XVI, XVII y XVIII, con distintos tratamientos del oro y la pintura, adaptado a las medidas de la obra, es el preferido para estos menesteres, quizá por su belleza austera y por su capacidad de dignificar la obra que contiene, creando muy satisfactoriamente el efecto de ventana y valorando el objeto que alberga -la obra de arte- como una joya presentada para seducir y fascinar al contemplador. No deja de resultar paradójico que un arte que nació -volviendo los ojos al primitivismo y la bidimensionalidad del plano pictórico- como reacción virulenta a la gran tradición clásica y barroca de Europa, a esa que proclamó la belleza tridimensional, figurativa y realista del mundo, acabe finalmente enmarcado por las mismas molduras que contienen a Tiziano, Caravaggio o Velázquez; que finalmente sea esta forma de presentación su principal recurso de dignificación, la forma idónea de colgarse en una pared, de establecer esa conexión con el paramento arquitectónico y presentarse a nuestra visión para el deleite. El mundo moderno, desde sus planteamientos de minimalismo y esencialidad arquitectónica, sin molduraciones y ornamentos, ha querido parir, casi de continuo, formas despejadas y limpias de enmarcar una pintura, una obra de arte. Listones sucintos, cajas elementalizadas y algún recurso más… pero, en el fondo, el marco renacentista y barroco clásico sigue imponiéndose como la forma más bella y más digna de presentar la obra ante nuestros ojos. Su vigencia es incuestionable y hace replantearse ciertos postulados de la modernidad sobre el ornamento, hoy ciertamente sectarios e intransigentes. Los antiguos sabían muy bien lo que hacían.

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