Durante el estado de alarma proliferó la figura del policía de balcón. Yo no, ya se lo digo, pero no por estar en contra. Mis razones son más prosaicas. Uno, soy muy vago. Dos, por mi calle no pasa nadie y tres, no tengo balcón. Hubiera debido medio descolgarme por la ventana con el grave riesgo para mi integridad.

Ahora, sin embargo, me he sorprendido en la nueva figura de fiscal de calle. Es que veo a alguien sin mascarilla y me invade como una indignación. No soy yo solo. Estaba el otro día en la gasolinera y la que se lió. Apareció un hombre llamando cobardes a los que llevaban mascarilla y jamás había oído tanta opinión favorable a la pena de muerte.

Encima las noticias de rebrotes llegan en plena canícula, esa época del año que vuelve a la gente loca y capaz de cometer atrocidades, llenando las páginas de sucesos. Y nos pilla con la cara tapada. De ahí, que hagamos una invitación a la prudencia, que a los tradicionales apuñalamientos por poner la música alta por la noche se puede unir el de la lucha de la mascarilla.

Como en la crisis anterior estamos llegando a una guerra de pobres, que ayuda a dirigir la frustración y la rabia de la gente. En la crisis de 2008, se dirigía contra los empleados públicos -tienen empleo fijo- contra los inmigrantes -nos quitan el trabajo- contra los que tenían empleo. Pero se atemperaba mucho cuando se trataba de identificar a los máximos responsables. Ya ven Zapatero, que no fue responsable de la crisis pero no dio pie con bola poniendo la cosa peor, anda por ahí dando consejos y hay gente que aun le aplaude. Es que introdujo el matrimonio gay. Si, leches, pero provocó el paro de ambos maridos.

Ahora veo algo similar. Los jóvenes, inconscientes, van a una discoteca y bailan. Tropecientos contagiados ¿Cómo es posible que 400 se apelotonen en una pista de baile cuando hemos salido a decreto ley por día y a norma autonómica por semana?

¿No tenemos autoridades? De acuerdo, hay irresponsables, pero también responsables, que deben hacer cumplir las normas que aprueban. Si el ocio nocturno se tiene que desarrollar de una manera, la obligación de las autoridades es controlar que se cumple y sancionar el incumplimiento de ese local. De lo contrario se tolera una competencia desleal entre establecimientos, para acabar al estilo catalán, cerrando todos.

No deben ser otros ciudadanos quienes intenten que se cumpla la obligación de llevar mascarillas y acabar a tortas. Qué lo haga quien lo ha impuesto. No estemos en lo de siempre, otra vez, como cada crisis, normas para el telediario.

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