Virtudes de los viejos

Las lecciones de los sabios atraviesan los siglos porque permanecen en el tiempo y son ajenas a lo pasajero

La educación de los príncipes fue encomendada o interesó a sabios y eruditos del medievo. Una muestra destacada es el Regimiento de príncipes, escrito por el agustino Egidio Romano, a finales de siglo XIII, para la mejor educación del monarca francés Felipe el Hermoso. Muchas de las lecciones reunidas en esos tratados tenían inspiración aristotélica o tomista, pero ya se sabe que las doctrinas clásicas lo son por permanecer en el tiempo, ajenas al desgaste por su curso o a la perecedera vigencia de lo que pasajero. Todavía más, si una pandemia, en tiempos de la posmodernidad, acrecienta la incertidumbre y abre el panorama de una nueva normalidad -contradicción aparte-, a la que se da refrendo en disposiciones normativas, como si pudieran prescribirse elucubraciones sociológicas.

Pues bien, recuerda el sabio agustino cuatro buenas costumbres que son de alabar en los viejos: una es que no tienen muy aguda la codicia de la carne, sino más bien templada; otra es su condición misericordiosa; asimismo, que no afirman porfiadamente las cosas y, como cuarta virtud, que no hacen nada con soberbia. Así presentadas, componen un código moral bondadoso, incluso con el detalle de las razones que llevan a tales virtudes. Sirva de muestra esta explicación de los menguados afanes carnales: "Les acontece porque han los cuerpos muy enfriados y fallece en ellos la calentura natural, la cual hace a los hombres tener codicias abajadas y templadas; y por esta misma razón son escasos y guardan lo que tienen, y más pecan en reteniendo lo que han que en codiciando lo que no han, porque la fidelidad más los constriñe para retener que los enciende para codiciar". La piedad de los viejos sostiene el agustino que es debida a la correspondencia: necesitada la piedad de los otros, por la flaqueza y el defecto natural de sus cuerpos, practican ellos la piedad con los mezquinos. Por vivir largo tiempo y haber sido muchas veces engañados, los viejos dan sentencias sujetas a condiciones y pocas veces categóricas. Y no les puede la soberbia porque, rebajadas las pasiones y las codicias, acometen con templanza las cosas que deben hacer. Preferible, sin embargo, es la situación de los hombres en estado medianero, que tienen al alcance tanto las buenas condiciones de los mancebos como de los viejos: "Toda cosa medianera toma la virtud de sus extremos". Mas no se olvide que los hombres pueden tomar malas costumbres contra su inclinación natural.

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