Libertad Quijotesca

¡Vivan las cadenas!

España no se gobierna sembrando odio e injusticia. Somos ciudadanos, no vasallos del totalitarismo

Gobernar España, nuestra nación, donde vivimos en Democracia, legitimada, amparada y articulada por la Constitución de 1978: no es ni puede ser jamás un mero asalto al poder para instaurar un régimen totalitario. La mentira es un maquillaje que siempre se cuartea y enfatiza la vileza humana. La prensa no puede preguntar, los ciudadanos tampoco. ¿A qué estamos jugando? Los españoles no podemos ni debemos consentir que un club de irresponsables, fatuos y carentes de toda ética y mérito, se jueguen a los dados nuestras vidas, los recursos de nuestro país y su ser y estar en el mundo. Nuestra democracia no es perfecta, ni la Constitución, como imperfectas son todas las cuestiones y obras humanas, no obstante, han servido y sirven al vital propósito de construir una sociedad capaz de superar el cainismo, la injusticia, el odio y la ignorancia. Desde los atentados de 2004 están persiguiendo con saña volver a imponer las cadenas del oscurantismo para hacer negocio con el mal. Al pan, pan y al vino, vino. La manipulación del lenguaje y los sentimientos es atroz. La Carta Magna es el contrato social que nos une a todos los españoles como ciudadanos, con los mismos deberes y derechos, por eso les estorba tanto la democracia y, por supuesto, la separación de poderes. España es nuestra nación, nuestro hogar y nuestra responsabilidad común para todos los españoles, sin importar en qué lugar de su geografía se haya nacido o vivido. Años y años de soportar el rancio "divide y vencerás", los atentados terroristas, el chantaje, la corrupción de los tantos por ciento de comisiones de la gestión pública, falacias históricas, enterrar nuestra cultura en el lodo, perseguir nuestro idioma con sadismo, los RH supremacistas, y todos los dislates habidos y por haber. ¡No queremos más Naciones sino cobrar tranquilos las Pensiones¡ La partidocracia bipartidista se negó a gobernar nuestra democracia mediante el parlamentarismo. Cuando no lograban en las urnas la tan ansiada mayoría parlamentaria, se entregaron sin remilgos a los avisperos nacionalistas. Ahí comenzó este desastre. Deformas des-educativas al servicio de los intereses egoístas de las ineptas oligarquías partidocraticas y sus redes clientelares, que destruyen la cultura política y la capacidad de autocrítica de los ciudadanos. Se ponen de acuerdo solo en una cuestión: impedir el vital control al poder.

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