Vivan las caenas

Me llaman la atención los resultados electorales en los que los electores votan por aquellos que los desprecian

Ydicen que éramos nosotros, los españoles, los amigos de las cadenas; los que nos sometíamos con gusto a todos aquellos que, gracias al "pan y toros", hacían con nosotros su santa voluntad. Y dicen que era el pueblo español el que, gustosamente, desenganchando los caballos y tirando de la carroza de Fernando VII, aceptaba que otros lo dirigieran, lo sometieran. Si hemos de creer a los libros de historia todo aquello era verdad, y se ha "justificado" aduciendo el oscurantismo de la Iglesia y los poderes de la nobleza y de los terratenientes quienes, a cambio, les ofrecían la posibilidad de poder comer pan y de ver los toros. Es posible que la incultura generalizada, puesta de manifiesto en el analfabetismo de la mayoría de la población, hiciera creer al pueblo llano aquello que denunciaba la Ilustración: que había quien había nacido para mandar y quienes, inferiores, tenían que someterse. Lo curioso es que ahora la historia se está repitiendo en una época en la que poca gente no sabe leer y en la que la cultura y la comunicación parece cosa de todos. Me llaman la atención bastantes de los resultados electorales de los últimos tiempos en los que parece que los electores, con gusto y libremente, votan por aquellos que incluso los desprecian y cuyos compromisos políticos consisten, básicamente, en dejarlos al margen. Tal vez desde aquí yo sea incapaz de conocer y calibrar todos los elementos que han llevado a sociedades con una sólida tradición democrática a elegir unos gobernantes que, explícita o implícitamente, tienen planteamientos muy cercanos al fascismo o al nazismo; gobernantes que en todo caso tienen pensamientos claramente totalitarios y en muchos aspectos tremendamente regresivos. Por lo menos temas que en la consideración de este comentarista son progresistas, encuentran franca oposición en algunos dirigentes ya elegidos o que son candidatos favoritos en inminentes procesos electorales. ¿Cómo es posible que haya mujeres que voten a quien desprecia las reivindicaciones femeninas? ¿O que haya homosexuales que apoyen a un homofóbico? O, en general, que quien se piensa libre vote a quien desde entonces va a controlar su vida. ¿Habrá que recurrir a instancias psicológicas o antropológicas para explicar esa tendencia a dejarse dominar, a dejarse controlar por alguien? No es nada nuevo. Para entenderlo habrá que releer a Erich Fromm, El Miedo a la Libertad.

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