Vivir en el metaverso

La realidad real no es una redundancia, sino la existencia todavía no sustituida por la realidad virtual del metaverso

Costó hacerse a la idea de qué era la posverdad, esa forma de poner nombre a la falsedad, o a la mentira, con artificios más sofisticados, y de bastante más alcance, que los del embuste. No muy lejos de las noticias falsas, con presunción de verosimilitud. Para, en cualquier caso, confundir el entendimiento o dirigir la voluntad. Algo parecido procuran los argumentarios o las consignas, cuando solo tienen un fin instrumental, aunque entonces también haya que considerar los propósitos del pensamiento único en las concepciones de los doctrinarios y en el embeleso de los prosélitos. Hecho todavía más factible, este catálogo de usos torticeros de la mentira -son primas hermanas de las medias verdades-, con la complicidad, con la cooperación necesaria, de las redes sociales, donde se dispensan "píldoras de pensamiento" que pueden tener algo de lo primero, por su pequeñez, pero bastante poco de lo segundo, cuando no asiste el raciocinio.

El "metaverso" -que acorta "metauniverso"- no es que suceda a la posverdad o la ensalce con la realidad aumentada, sino que, contradicción mayúscula, implanta la realidad virtual, la existencia aparente, convirtiendo, a quienes participen en ella, en avatares propios de una identidad virtual, nueva contradicción flagrante. De momento, el metaverso, que adelanta una nueva generación de internet, tiene desarrollo en usos educativos, de entretenimiento y, asimismo, económicos -la economía digital-, pero se avanza en su empleo y adecuación para variopintas aplicaciones que sustituyan las interacciones cotidianas en la realidad real -no es una redundancia, aunque lo parezca-. El hospital o el centro médico al que se acude para consultas o revisiones, como muestra, puede acabar levantado, construido, en el metaverso, con la atención en la entrada, el número de la cita, entretenimientos diversos en la sala de espera, que también se podrán utilizar con distintos propósitos, e incluso los chequeos o revisiones ordinarias que suelen hacerse en las consultas, dígase presenciales por no repetir reales. Y todos los concurrentes representados como avatares cuya apariencia se asimile a lo real. De modo que no se trate de un "alter ego", de un "otro yo", de una doble vida, sino de una existencia virtual asociada directamente a la real, que actúa en un ciberespacio reconocido: el hospital o cualquier otro de los espacios reales. Vivir en el metaverso.

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