Vuelve la fiesta en Lubrín

Es la otra confraternización al compartir sin límite las viandas: las habas, el ajoblanco y las anchoas

Terminaba yo el artículo del pasado año por estas fechas, en el que lamentaba una tercera y justificada suspensión de la fiesta de San Sebastián, diciendo que vendrían otros años y otras fiestas. Y por fin han llegado. Otro año y otras fiestas. Ha pasado aquella tormenta perfecta que se originó al confabularse la climatología y el dichoso virus, y se hace verdad aquel refrán que dice que "no hay ni bien ni mal que cien años dure". Pasaron las tormentas; pasaron (es un decir) las pandemias; y ya tenemos aquí otra vez la fiesta.

El día 20, si el tiempo no lo impide, volverá el recorrido del santo por las calles, con el lanzamiento, intencionado o no, de los roscos desde los balcones; los gritos del "viva San Sebastián" acompañados de los estruendos de los cohetes; las achuchinas, porque no cabemos por las calles; y el retorno del santo, "fatigado" por el lento paseo, a su templo; y los sonidos del himno nacional (nunca he entendido por qué tiene que sonar el himno nacional en determinadas festividades estrictamente religiosas) acompañando el encierro. Y desde la iglesia volveremos a la plaza. Y empezará la otra fiesta: la música y el despliegue de las mesas llenas de las viandas tradicionales en la plaza, una plaza pequeña para estos actos, y también en las calles del entorno.

Es la otra confraternización al compartir sin límite las viandas: las habas, el ajoblanco y las anchoas, y el mosto y lo que se tercie.

Nada de lujos ni de sibaritismos. Lo que da la tierra, una tierra dura que dio lugar a una población austera. Paseando por el campo y viendo el aprovechamiento de sitios casi inaccesibles para obtener unas magras cosechas me viene al recuerdo la entereza de aquella población agarrada a su terruño y sabiendo sobrevivir con esos pobres medios. Sirva este recuerdo como homenaje para aquellos abuelos no tan lejanos.

Son unas fiestas populares como tantas otras. Ni mejores ni peores. Pero son las nuestras. Y sirva esta ocasión para rememorar otra fiesta similar que viví en otros tiempos y en otras circunstancias. Un recuerdo para la fiesta de San Sebastián de Fiñana.

Hay un sustrato común entre las dos fiestas: ser eminentemente populares. También algunas diferencias, pero qué más da. La una se celebra sobre todo durante el día; la otra durante la noche. En una prima el mosto y la zaramandonia; en la otra el ajoblanco y las anchoas. Un abrazo para las dos.

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