Waterloo

La primera acción ha sido dar distancia a todo lo que me muestra internet. Fuera redes sociales y móviles a destiempo

El detonante ha sido la decisión del comisario de una exposición de vetar un cuadro de unos siglos atrás por cuestiones ajenas a lo meramente artístico. Bueno, eso y el hecho de que, de nuevo, se quiera revisar el nombre de la calle en la que habito por motivos que no alcanzo a entender. Todo eso me ha llevado a pensar que, a veces, la mejor forma de estar a gusto en un lugar es alejarse del resto que merodeamos. Así es, quedarse en el sitio donde realmente uno quiere o debe estar y dejar que se escabullan los otros, todos esos que, o bien resultan imposibles o, por el contrario, son absolutamente prescindibles. Así se evita uno el ruido que desorienta el rumbo, la sombra que despista del camino seguido que se persigue. Y eso es lo que justamente he decidido yo en estos días. Separar el grano de la paja y quedarme, claro está, con el grano. Por obvio no dejar de ser extraordinario, porque ya sabemos que aquellos que andamos erguidos somos capaces de todo. Dejar mis manos libres para poder hacer aquellas actividades que exigen por completo ambas extremidades superiores, incluidas todas sus falanges.

La primera acción ha consistido en dar distancia a todo lo que me muestra internet. Fuera redes sociales, fuera móviles a destiempo… Y mis noches han ganado en cantidad y calidad.

Luego ha venido un distanciamiento medido del telediario. Los primeros días solo opté por ver los resúmenes de los primeros minutos, aunque luego ni eso. Así mis digestiones están siendo más placenteras, incluso he recuperado el dulce gusto por una breve siesta.

Recuperar la lectura diaria de narraciones inverosímiles construidas en cabeza ajena, la continuidad en el deporte que te rinde, la afición por las amistades de siempre y los paseos de fin de semana con mi hijo a cuestas … Por cierto, este sábado tocó Purchena y el magnífico restaurante que Ramón regenta en la reconvertida Estación de tren.

Estoy decidiendo qué hacer con el vino… Por el momento lo tengo en observación, aunque ahora que me acabo de enterar que el Sr. Puigdemont ha decidido mudar su residencia a Waterloo, pienso que no hay mejor desquite para nuestro ridículo barco Piolín, que la ridiculez que conlleva dejarse ir precisamente en esa ciudad de emperador destronado. Y, qué duda cabe, eso se merece descorchar la botella que tengo delante y disfrutar con el placer que proporciona un buen trago de un magnífico vino tinto.

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