Ganará el fútbol con la presencia de Xavi Hernández en un banquillo. Tras ganar la Liga qatarí, el mejor manija que dio nuestro fútbol ha dicho que ya está bueno lo bueno, que las bicicletas son para el verano y que de los golpes no se recupera uno como antes. Y como su vida es el fútbol anuncia que ejercerá de entrenador. Si la noticia de que cuelga las botas es mala, la de que adoptará el chándal como uniforme laboral es espléndida.

Mis primeros recuerdos del Barcelona tienen a la medular Bosch-Segarra como modelo de un estilo de fútbol. Era el Barcelona que manejaban dos cuñados, Fernando Daucik y Ladislao Kubala. Eso fue el antecedente más riguroso de lo que sería con el paso de varios decenios el dream team que Johan Cruyff puso en escena bajo la batuta en el campo de Milla primero y de Guardiola después, que fueron los brazos alargados del eximio holandés.

Y cuando Guardiola hizo mutis hacia el Calcio surgió un egarense bajito que no sólo nunca la perdía, sino que siempre elegía la mejor solución para su equipo. Prodigioso desde que salió en el primer equipo blaugrana, suministrador de fútbol primero a Ronaldinho y luego a Messi, con él se resumía rigurosamente la filosofía de juego que en la Masía se le imbuía a los pupilos. Una filosofía que no se circunscribía a Xavi o Guardiola, pues también tenían cabida Ferrer, Sergi o Puyol.

Y es que los artistas necesitan a gente que les haga el trabajo sucio, gente de barba cerrada y con cero miramientos a la hora de restar. Pero ciñámonos a Xavi, al hecho de que deje de ser futbolista para hacerse entrenador. Y la verdad es que, aunque fueron muchos los grandes jugadores que no supieron enseñar lo que sabían, el futuro que se le augura no puede ser mejor. Si las cosas son como tienen que ser, todo hace indicar que el fútbol gana a un magnífico profesor.