La tapia del manicomio

Distopía y control

La expulsión de la casa de uno -lo contrario al confinamiento- hay bastante gente que lo llevaría mejor que el encierro

Desde el Renacimiento, cuando Tomas Moro inventó la palabra utopía y la desarrolló en un famoso libro, se viene barajando el concepto: un mundo ideal donde fluyen ríos de leche y miel. Más moderna es la idea contraria, la de distopía, que es, según el Diccionario, la "representación ficticia de una sociedad futura de características negativas". Ahora, tal como están las cosas, abundan los profetas de las distopías y se puede caer en la tentación de pensar que ya estamos en una. Pero una cuarentena no es una distopía, salvo que se convirtiera en permanente. Eso no parece posible, porque en estas condiciones (confinamiento, etc.) no puede funcionar una sociedad y mucho menos el mundo entero. Otra posibilidad de caer en una distopía es que los estados (todos o la mayoría, los poderosos) decidieran aprovechar que nos tienen acojonados para mantenernos vigilados y controlados indefinidamente. Eso se parecería entonces a ese "golpe de estado" que están anunciando algunos apocalípticos interesados.

Hablando de control, Google ha puesto a disposición de los gobiernos su base de datos para analizar la movilidad de las criaturas. Dicen que se trata solo de datos estadísticos, sin personalizar, pero vaya usted a saber, ya ha habido varios casos de venta de datos para usos políticos y comerciales. Un capo investigador del asunto (epidemiólogo genómico, nada menos) dice que el big data y la inteligencia artificial serán decisivos para controlar este virus y los próximos que nos acechan. Por cierto, no se comprende tanto recelo con que los gobiernos tengan nuestros datos, mientras se los entregamos gratis a esas corporaciones privadas y súper poderosas.

Para aquellos que, hasta ahora, hemos tenido la suerte de que no nos pille el mal bicho, (casi) todo se ha reducido a las molestias del confinamiento. Confinamiento que para algunos es un tormento y para otros una liberación. Depende. El problema surge en función de que haya o no dónde ir. La expulsión de la casa de uno -lo contrario al confinamiento- hay bastante gente que lo llevaría mejor que el encierro pero, claro, siempre que haya bares abiertos, lo que lamentablemente no es el caso. ¿Recuerda alguien lo que era un bar? Sí, un sitio con gente, copas y ruido. Gente con quien hablar o con quien discutir. De fútbol, de política y de mujeres. Ahora, puede que el encierro, aparte de confinamiento y de nostalgia de bares y de cines y de paseos, nos traiga melancolía. ¡Y da unas ganas de comerrrr...!

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