Comunicación (im)perinente

Francisco García Marcos

La absolución de Trapero

A Trapero lo han absuelto; a todos los demás, como sociedad, nos han reconfortado

La situación había llegado a ser tan lamentable en España, que hace apenas una semana hasta el propio aparato judicial tuvo que llamar la atención sobre la inconveniencia de judicializar la política. A ello hay que agregar el riesgo, no menos severo, de que ello desatara entre la ciudadanía la percepción complementaria; esto es, politizar la práctica judicial. Si lo primero complica innecesariamente las cosas, lo segundo ocasiona una incertidumbre contraria al propio espíritu de la Ley, ciego y ecuánime. En ese contexto, tan delicado e incómodo, la sentencia absolutoria para Josep Lluis Trapero ha aportado un mensaje explícito y sin ambages, tan contundente como balsámico, por paradójico que esto último pueda resultar.

A Trapero lo sentó en el banquillo la política. Los independentistas difundieron la ficción de haber convertido a los Mossos d'Esquadra en sus fuerzas armadas. Fue una de las coartadas retóricas a las que acudieron para difuminar el bochornoso ridículo de declarar una república para auto-disolverla a los pocos minutos. Desde el otro bando, Trapero se había convertido en un símbolo algo más que incómodo. Era el vértice de una policía que había demostrado una eficacia extraordinaria contra el terrorismo islamista, resolviendo en cuestión de horas lo que en otras lugares parecía misión imposible. Además, el "major" nunca se plegó a las extralimitaciones de unos y de otros, con y sin uniforme de por medio. De manera que terminó reuniendo los requisitos indispensables para convertirse en diana catalanofóbica, un lastre solo equiparable al independentismo radical.

Con su fallo, la Audiencia Nacional ha emitido un mensaje de hondo calado. No admite que se vulnere la profesionalidad contrastada, que se especule en vano, que la política recomponga la realidad conforme a sus conveniencias coyunturales. Además, y esto es muy importante, no le ha temblado la mano para desautorizar a quien sea necesario. Y es que, en el fondo, en todo ello latía un doble juicio: uno, explícito, contra el "major"; pero también otro más sutilmente implícito, contra Pérez de los Cobos, su pertinaz acusador. La Audiencia Nacional no ha dudado al criticar explícitamente la coordinación policial del 1-O. Ciega, ecuánime y sin excepciones, esa es la justicia que esperaban, y necesitaban, los españoles. A Trapero lo han absuelto; a todos los demás, como sociedad, nos han reconfortado.

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