El aficionado, Ernest Hemimgway

Hemingway, con independencia de sus yerros taurinos, era un escritor vigoroso, en general, y todo un maestro en el relato corto

Si el escritor norteamericano pudiera ver el monumento que se le levantó junto a la plaza de toros de Pamplona, se sentiría el más feliz de los mortales porque, no en vano, Ernest Hemingway (Julio 1899-Julio 1961) supo disfrutar más que nadie de la fiesta más grande, cuando todavía no se había desvirtuado por la masificación de la que, precisamente él, fue uno de los culpables por su célebre novela "Fiesta". Fue la primera obra relacionada con los toros y en ella descubrió el encanto único de los sanfermines, la indescriptible emoción de los encierros y la singularidad única de las tardes de corrida.

Hemingway llegó a Pamplona por primera vez, el 6 de julio de 1923. Tenía 24 años, le acompañaba su primera mujer, Hadley, no sabe español y escaso de dinero. Volvió, siempre, por sanfermines en ocho ocasiones más.

Mucho le debieron de gustar el mundo taurino y sus misterios porque, solo seis años después, publicó la no menos famosa "Muerte en la tarde", obra a la postre polémica porque en ella se atrevió a analizar todos los aspectos de la lidia, del toro, del torero, y hasta se permitió el lujo de hacer juicios de valor y la crítica de los matadores acartelados.

Aún más polémica fue su obra que precedió a los extraordinarios reportajes en la revista "Life", allá por finales de 1959, en la que relató en la obra "El verano sangriento", los azares de una temporada en la que Luis M. Dominguín y su cuñado, Antonio Ordóñez, sufrieron serios percances.

Hemingway, con independencia de sus yerros taurinos, era un escritor vigoroso, en general, y todo un maestro en el relato corto, en particular; un idealista, en cuyo universo -como escribiera Gabriel García Márquez- "la victoria no estaba destinada al más fuerte, sino al más sabio"; y un hombre que amó profunda y apasionadamente a nuestro país, cuyo destino se proyectó internacionalmente a través de sus obras.

La noche del 1 de julio de 1961 le dijo a su mujer que le iba a hacer un regalo. Le cantó una canción italiana. Al alba del día siguiente se levantó sin hacer ruido. Se puso una bata roja. Solía decir que había visto todos los amaneceres de su vida. Vio ese. Cogió una escopeta Boss de dos cañones y se disparó en la cabeza.

En palabras de John F. Kennedy: "Pocos americanos han producido mayor impacto de emociones y actividades sobre el pueblo americano, que Hemigway".

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