República de las Letras

Antes y ahora en la pandemia

Es necesaria una nueva normalidad, no la vuelta a la normalidad anterior como pretenden las derechas

Antes de este mal viento de la pandemia, los intereses de las empresas se ponían por encima de todo porque eran creadoras de empleo, aunque fuese precario. Los trabajadores no tenían derecho a un plan de vida, a un futuro, a un porvenir, a aspirar a algo mejor. Los sanitarios, como los de la limpieza, los repartidores y reponedores, los de aseo urbano, los trabajadores agrícolas y tantos otros estaban sometidos a la precariedad igual que los demás. Ahora sabemos que son piezas clave en nuestra sociedad y en nuestra diaria convivencia y tanto los empresarios como los trabajadores han comprobado que éstos son un activo importantísimo de la empresa, que son esenciales al sistema y que no solo los empresarios tienen derecho a un proyecto de vida, por lo que hay que derogar gran parte de la reforma laboral.

En estos largos meses de pandemia hemos comprobado que los trabajadores son los principales consumidores de los bienes que ellos mismos contribuyen a crear. Si el sistema ha resistido, ha sido porque durante el estricto y durísimo confinamiento no se ha dejado de consumir. Aun así, sectores importantes como la hostelería no se hubieran sostenido mucho tiempo más. El país tiene una excesiva dependencia de este sector, en el que es excesivo también el peso del turismo extranjero. Necesitamos diversificar las fuentes de ingresos, crear y desarrollar una industria que alcance la potencia económica de la que desmantelaron los socialistas en los 80 y 90. Correlativamente, hemos comprobado el impacto ecológico negativo que el turismo ejerce sobre el medio ambiente: nuestras ciudades fueron mucho más limpias, mucho más respirables, más habitables durante el confinamiento.

Antes, todos íbamos al trabajo los mismos días a las mismas horas. Era difícil conciliar trabajo y colegio de los niños. Ahora sabemos que el teletrabajo facilita a los padres la conciliación y a los niños sus actividades escolares. Pero también aumenta la brecha digital y, por tanto, económica y social entre los escolares. Hace falta una revolución educativa que amplíe la oferta telemática de la enseñanza. Ahora sabemos que las clases presenciales son una modalidad de enseñanza más y no la única posible.

Sí, es necesaria una nueva normalidad. No la vuelta a la normalidad anterior como pretenden las derechas. Hay que aplicar la experiencia adquirida en esta pandemia que aún, por cierto, no ha acabado.

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