El callejón del gato

La alfombra roja

Y nos resta saber a los vecinos de Almería si la cesión se ha hecho con o sin la autorización reglamentaria

La alfombra roja en sus orígenes fue un elemento de la escenografía que se utilizaba en las recepciones oficiales para recibir a los jefes de estado. Más tarde la Academia de Hollywood se apropió de esa iniciativa y la hizo suya desplegándola cada año en la ceremonia de los Oscar. Naturalmente no es lo mismo ver a un personaje vestido de gris, por muy ilustre que sea, pisando la alfombra roja, que a una esplendorosa estrella de Hollywood. Por eso lo que nos sugiere hoy una alfombra roja es el glamour de las estrellas y, evocando la gala de los Oscar, se coloca cada vez que se presenta la ocasión de celebrar cualquier acto al que se le quiera dar relevancia. Cuando leí algo relativo a una alfombra roja que nos llevaría desde el centro de la ciudad a una superficie comercial que se iba a inaugurar en el extrarradio de Almería, entendí que se refería a una alfombra roja en sentido figurado, como si se tratara de un eslogan publicitario para darle relevancia al acto de apertura del nuevo recinto. Cuál fue mi sorpresa cuando vi una franja roja de un género impreciso atravesando la Puerta de Purchena. Era efectivamente la anunciada alfombra roja que se extendía por El Paseo de Almería invitando, con el mayor descaro, al desplazamiento del comercio a la nueva superficie en detrimento del tradicional. Sin la menor consideración se colocó junto a las puertas de las tiendas del centro de la ciudad que, tarde o temprano, serán quienes sufrirán las consecuencias. Como si de un mérito se tratara para mayor gloria de Almería, se resalta por algunos medios que la dichosa alfombra, que mide 6358,60 metros, es la más larga del mundo, con lo cual coloca a nuestra ciudad en el libro Guinness de los records. Es para sentirnos orgullosos de que Almería aparezca en el Guinness junto a un ciudadano filipino llamado Gerard Jessie que también batió un record apagando cinco velas con un pedo. Lo lamentable es que el Ayuntamiento haya permitido la ocupación del espacio público para semejante agravio. Y nos resta saber si la cesión se ha hecho con o sin la autorización reglamentaria. En caso de que haya habido autorización, si se han respetado los correspondientes trámites administrativos o si se han salvado con un simple apretón de manos. Y por último, suponiendo que la ocupación del espacio público se haya formalizado mediante la autorización preceptiva, si se ha exigido el pago de la tasa correspondiente como a cualquier vecino.

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