República de las Letras

Aquella alfombra roja

No hay noticias de que se vaya a extender una segunda alfombra roja hacia el centro de la ciudad

En una viñeta, nuestro ínclito alcalde enrolla la alfombra roja diciendo: "¡No os vayáis todos, esperad, que lo de la alfombra era postureo, jo!", mientras al pie de la viñeta se lee: "Pull&Bear cierra también su tienda del Paseo". En Almería somos tan catetos que aquel postureo servil y vacuo del Ínclito encarriló a miles de ciudadanos -entre los que no se les vio ni a él ni a sus concejales- hacia el nuevo Centro Comercial, por si, como era la inauguración, daban algo gratis, un refresco, unos abanicos, un bocadillo de morcilla, qué sé yo. Y fue un río de gente. Fue una desbandá. Y volvían alucinados: "¿Has estao ya en el Centro Comercial nuevo?" -me preguntaba alguno. Aquella alfombra roja fue el epitafio del centro de la ciudad.

Siempre he pensado que, si estamos en un sistema capitalista liberal, y hemos votado lo que hemos votado, debemos arrostrar las consecuencias. El centro de Almería se muere porque el propio sistema lo está matando. A ver: si en una gran superficie me encuentro las habichuelas a la mitad de precio que en la tienda de la esquina de mi calle, pues… ¡la pela es la pela, que decían los catalanes! Yo no soy una hermanita de la caridad y no tengo por qué pagar más por lo mismo… o aunque sólo sea parecido. En esto de los precios, los comerciantes del centro, con frecuencia, se columpian. Pero también es verdad que el centro no se revitaliza con eventos, con actos, con reparto de abanicos ni llevándose el Pingurucho de la Plaza Vieja. No comprendo cómo el Ínclito no se ha dado una vuelta por otras ciudades, a ver cómo lo han hecho. Sobre todo ciudades extranjeras que han solucionado el problema con éxito. Tampoco basta con peatonalizar. Habría que, por ejemplo, ubicar instituciones en el casco histórico, como apuntaba Celso Ortiz en este periódico la semana pasada. No sé; convertir el Cuartel o el Hospital en facultades universitarias o escuelas técnicas, por ejemplo. Pero, sobre todo, habría que intervenir el mercado de los alquileres. Son tan caros que los golosos propietarios han preferido hasta ahora que el inquilino abandone el local antes que bajarle el alquiler. Y, claro, así no hay centro que sobreviva. Y el Ayuntamiento podría ayudar con bajadas de impuestos y exenciones a los nuevos comercios y oficinas del casco antiguo. No todo consiste en desnaturalizar la Plaza Vieja. Pero el centro necesita otra alfombra roja.

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