El alma de la ciudad

Máxima expresión del espíritu cofrade, son siete días para gozar del cielo como "Quijotes a lo divino" antes de morirse

Estimados y apreciados lectores, cofrades y no cofrades, creyentes y no creyentes, todos Hijos del Señor de la Vida y la Esperanza, ante todo un saludo amanuense franciscano de Paz y Bien. Estamos en las vísperas de la llegada de la Semana Santa, en el que la ciudad entera, Almería, abrirá sus puertas con solemnidad augusta y barroca, transformándose en templos para penetrar en la auténtica hondura del ser de nuestras Cofradías de nazarenos y Hermandades de penitencia, y poder contemplar su esencial espíritu y autenticidad religiosa, del vigor de sus raíces en el dogma católico, de su vitalidad presente y actual, que unidas íntimamente a la Iglesia diocesana, como los sarmientos a la vid, convierten la Semana Santa en la más bella oración colectiva que se eleva al Cielo; la oración vivida a pie de calle por todo un anónimo pueblo.

Cuando llega la Semana Santa, expresión de fe y penitencia, máxima expresión del espíritu cofrade, son siete días para gozar del cielo como "Quijotes a lo divino" antes de morirse, porque cuando vivimos con sentido dulce, amable y confidencial la Semana Santa, haciéndola nuestra y practicándola en toda su extensión litúrgica, perdemos el miedo a la muerte, porque hemos visto con sentido cristianísimo, ascético, en un fluir espiritual por los itinerarios cofrades a Dios con nuestros ojos, a la intemperie, con el aire del mediterráneo y la luz del catedralicio "Sol de Villalán o Portocarrero", las figuras del Redentor y de su Madre doliente en un generoso designio de la Divinidad, porque de nuevo el Hijo de Dios entrará entre melodías procesionales por todos los sentires amorosos en el corazón, el alma y la razón.

Las cofradías no son espectáculo, están fundamentadas teológicamente como una esplendorosa manifestación de nuestra fe y piedad, especialmente, en estos tiempos en los que algunos falsos ideólogos políticos quieren reducirnos a las "sacristías" para no dar a conocer nuestra gloria ante el mundo de la excelsa liturgia procesional de nuestras Estaciones de Penitencia, pasajes evangélicos referentes a la Pasión de Cristo, que brotan en toda su inmensidad Amor y Justicia, necesarias para poder comprender el misterio divino del Calvario.

Y como no sé sí esta semana con este artículo con telúrico olor a cera e incienso he dicho lo que quería decir, ni cómo he dicho lo que he dicho, me despido de ustedes del modo más humilde y español: Señoras y señores: quedaos siempre con Dios.

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