Metafóricamente hablando

El amor es cosa de dos

Recordaba aquel día de los enamorados, cuando ella tenía quince años y él lanzó una bolita de papel que aterrizó sobre su frente

Recordaba con nitidez la película que marcó su adolescencia: "La princesa prometida". Ese concepto de amor romántico se convirtió para ella en una meta a conseguir, estaba enamorada del amor. "Como desees", devino en sinónimo del vulgar y típico te amo. En esa época comenzó a fijarse en un chico de su clase, cuando veía a Daniel, miles de mariposas revoloteaban en su pecho. Recordaba aquel día de los enamorados, cuando ella tenía quince años y él lanzó una bolita de papel que aterrizó sobre su frente. Ella la abrió temblorosa, dentro: un corazón dibujado en rojo traspasado por una flecha, y un "te quiero", que le quitó el aliento. Lo buscó con su mirada y comprobó decepcionada que el mensaje de amor iba dirigido a su amiga Adela, aterrizando equivocadamente en su cabeza por falta de destreza del torpe Cupido. Las mariposas, que un momento antes, aleteaban alocadas en su pecho, pararon en seco. Sonrió al recordar su decepción, ¡cuánto daño habían hecho a las mujeres de su época las historias de amor edulcorado!. En ese momento el teléfono parpadeó: "te recojo en media hora". De un salto pasó al baño, cogió el maletín de las maravillas, y comenzó a prepararse. Primero borrar las ojeras que delataban su cansancio, después hidratar esas patas de gallo que amenazaban con cacarear de un momento a otro, y por último, un rellenador labial para disimular las huellas del tiempo que empezaban a asomar obstinadamente. Se puso una falda de talle alto y una blusa ajustada, en un intento de fortalecer la relajación de los músculos, destensados por su doble maternidad. Unas botas negras de caña alta, dieron el toque final. Bajó rauda, y dentro del coche pudo observar a aquel hombre maduro y atractivo que la observaba arrobado. Un beso en la mejilla, para no estropear el carmín de sus labios, fue el saludo que se prodigaron, cruzando sus miradas cómplices. Cuando llegaron al colegio, se dirigió a la entrada, abalanzándose el pequeño sobre ella con un sobre entre sus manitas. Y esto? le preguntó. Que llevas ahí? Lo abrió, y en su interior había un corazón traspasado, pintado con purpurina roja. Abrazó arrobada a su hijo, mientras él se quejaba de que su destinataria lo había rechazado. Tenía apenas seis años, y estaba tiernamente enamorado de Martina. Subieron los dos al coche bajo la atenta mirada de ese hombre que la miraba sin pestañear. Sus sienes comenzaban a platear de forma incipiente, aunque su rostro se mostraba aún joven, su corazón traspasado palpitaba cuando la veía: tan segura, tan atractiva, tan fuerte, tan inteligente. Ella, ajena a sus pensamientos, lo sacó de su ensimismamiento con una pregunta: Daniel, que propones hacer esta tarde?. "Lo que desees", fue su respuesta. Y una miríada de mariposas revolotearon en su pecho.

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