Los amos del paraíso

Algunos observamos la masacre mosquitera, orillando por el rompeolas, alejados de la marabunta

Roquetas de Mar ha ido acoplando en las últimas décadas una oferta turística que hoy roza la excelencia. Una oferta de espléndidas playas, de paseos para deambular o muscularse con equipamientos deportivos a mano, de restauración variopinta para cualquier bolsillo o, para desengrasar, unos espacios y playas naturales, exuberantes. Roquetas es pues, un sobrio paraíso al alcance de propios y extraños en el caprichudo mundo de la miscelánea vacacional. Por eso apenas extrañó que hasta la Junta del Psoe, a pesar de ser quien es el alcalde roquetero, haya elevado a ese feudo tradicional del PP, a categoría de Municipio Turístico, catalogación que le permitirá acceder a un programa de ayudas económicas proyectado por Sevilla, para alentar la competitividad y calidad de los servicios que prestan las villas elitistas del sector. Pero los paraísos, ay, no solo atraen a turistas y gente animosa. Tras una primavera lluviosa, que ha encharcado generosamente parajes tan virginales como Turaniana o la playa de los Bajos, han aparecido con las primeras solaneras, por su vía pecuaria, impiadosas turbas de mosquitos sedientos, que salen de safari cada tarde a cebarse con los incautos caminantes que se atrevan a transitar por esas veredas. Y los devoran, cruda, insaciablemente, oiga, en un espectáculo de eficacia aguijoneadora que no debería pasar desapercibida a ecologistas de salón ni radicales de la naturaleza en estado puro, que tanto se prodigan por los asfaltos metropolitanos. Ahí los querría ver uno. Pero no. Ese no es un paraíso ecológico, es un paraíso mosquitero. Y acaso para el turismo de riesgo excitante, al que le mole aventurarse a contraer alguna patología exótica como el dengue, la fiebre amarilla o convertirse en vector de un brote epidémico de fiebre chikungunya. Todo incluido, gratis y sin distingo de sexo ni tono epidérmico, en el paquete turístico de cualquier hotel de la zona. Con total garantía sobre la persistente densidad de cientos, quizá miles de mosquitas por metro cuadrado. Sin exagerar. Algunos observamos la masacre mosquitera, orillando por el rompeolas, alejados de la marabunta, por querencia a la voluble brisa marina que desestabiliza a los insectos, pero no podemos evitar preguntamos: ¿Es inevitable que los mosquitos sean los amos del paraíso? ¿Y si de los millones de euros que se destinan a reclamos y gaitas, se destinara un pelín a paliar estas plagas?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios