Terminada la batalla de Madrid, la confrontación política sigue en máximos. La pandemia todavía está aquí y quien se apunte el tanto de haberla gestionado mejor ganará las próximas elecciones andaluzas y generales. Los dos comicios podrían anticiparse, incluso coincidir. Tras el éxito fulgurante de Ayuso en Madrid, a los dos factores de salud y economía se ha unido el de la psicología. La de ciudadanos angustiados por un año largo de restricciones, que han votado contra el confinamiento, como si lo hiciesen contra el virus, y la de los gobernantes, que no saben qué inventar para apuntarse éxitos y eludir responsabilidades. Tarea en la que se les ve el plumero tanto a Sánchez como a Moreno.

Por eso estamos en precampaña permanente en España y en Andalucía. Esta semana, en la pantomima que llaman sesión de control a la Presidencia de la Junta en el Parlamento, se ha puesto una vez más de manifiesto cómo el gobierno regional fomenta la confrontación. Tanto, que el cambio de portavoz en Vox, Gavira por Hernández, no modifica la tónica de dos años: de las tres derechas el representante de Vox suele ser el más ponderado. El desdén de Nieto con la oposición, similar al que practicaba el socialista Mario Jiménez con el PP en anteriores legislaturas, es faltón y reprobable: es un disparate que la sesión de control sea culto servil al jefe del partido gobernante y ataque sistemático al Gobierno de la nación. La excusa de que lo hacían los socialistas contra Rajoy, como adujo Moreno, nos confirma lo poco que han cambiado las cosas.

Y el caso del portavoz de Ciudadanos es el colmo. Sergio Romero hace mítines antisocialistas, convirtiendo la sesión de control en una barricada contra el Gobierno. El jueves, la supuesta pregunta de Romero fue una diatriba contra Sánchez al que citó más de veinte veces, sin pudor. A su lado, Gavira quedó como un moderado que se atenía a su papel institucional. Si Vox realmente quiere un portavoz rudo, sin complejos, que fiche a Romero, que parece estar pidiendo el puesto.

En Madrid pasa lo mismo. El alcalde de la capital y la delegada del Gobierno hicieron el jueves una parodia del dúo Pimpinela, al dar cuenta de los planes de seguridad para las fiestas de San Isidro. Primero presumieron de cordialidad y cooperación institucional, pero los reproches mutuos sobre la pandemia envenenaron su rueda de prensa: libertinaje, cachondeo, chapuza, derechita cobarde, caos, espantajo jurídico… los ladrillazos iban y venían de un lado a otro. Conscientes del espectáculo ofrecido, bromearon sobre cobrar a la salida. Es difícil que una asamblea de instituto tenga este bajo nivel. Barones realmente moderados de ambos partidos como Feijóo y García Page empiezan a exigir en voz alta un cambio radical de rumbo y abandonar la bronca. Hay que reconstruir la economía, la salud y el ánimo de este país, y la contribución de los dirigentes políticos es manifiestamente mejorable.

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