República de las Letras

90 aniversario de la II República

La conducta del penúltimo borbón ha resquebrajado notablemente el prestigio de la actual Monarquía

El14 de Abril se ha señalado tradicionalmente como el día de la República. Ese día, en 1931, como consecuencia del resultado de las elecciones municipales celebradas el 12, se proclamó la II República Española, primero en Eibar (Guipúzcoa) y luego en Madrid. La Monarquía era inviable ya a causa de su corrupción sistémica, de su apoyo a la Dictadura de Primo de Rivera -que trataba de ocultar la responsabilidad del rey en el Desastre de Annual, como evidenciaba el Expediente Picasso-, y de su connivencia con el sistema caciquil aún imperante en el medio rural y con la burguesía fabril y comercial urbana en su guerra abierta contra el movimiento obrero -sobre todo en Cataluña-.

La República venía del brazo de la ilusión y la esperanza de la gente en crear un mundo mejor. De hecho, sus dos máximas preocupaciones serían, en los cinco años que duró, la Reforma Agraria y la Educación. La primera fracasó por la resistencia de los grandes terratenientes, que se negaban rotundamente a renunciar al maltrato secular a que sometían a los braceros -léase con detenimiento, por ejemplo, el poema El niño yuntero, de Miguel Hernández- y al pago de salarios justos o el reconocimiento de derechos laborales -"¿No queríais República?, pues comed República", decían-, todo ello ideas revolucionarias entonces que hoy en día consideramos naturales. La segunda, por lo mismo: ¿para qué querían aquellos gañanes saber leer y escribir? ¿Y si les daba también por pensar? De hecho, durante la Guerra Civil que acabó con la II República y en la posguerra, la represión más dura la ejerció el franquismo sobre los maestros, considerados agentes del anticristo por querer llevar la cultura al corazón del medio rural y a los barrios obreros de las ciudades. Aquí ejerció un notable papel la Iglesia Católica, monopolizadora, hasta la República, de la Educación, que no se entendía como un derecho sino como un privilegio de las clases altas. Fue también el más fecundo periodo cultural en la historia contemporánea española. Hoy, la conducta del penúltimo borbón ha resquebrajado notablemente el prestigio de la actual Monarquía, pero deberíamos pensar bien si nos puede bastar con un rey que, según apunta el actual, sea neutral, transparente y austero, ejemplo moral e institucional para el país, y evitarnos así, sin confundir la realidad con el deseo, el lío político cainita de traer otra república.

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