500 años de utopía

¿Basta votar a unas personas para sentir la democracia? O damos el paso o nos quedamos en Topía, donde siempre

Se cumple este 2016 el 500 aniversario de la publicación de una obra siempre atemporal. Aun todo este tiempo y no se ha puesto de acuerdo la comunidad literaria en el significado de esa palabra, derivada del griego, con ese prefijo "u", de la que no encuentro otra traducción fiel sino la de "aquello que no ha tenido lugar", pero que no debe confundirse nunca con la quimera. La primera vez que leí el libro de Tomás Moro no lo hice consciente del año en el que se escribió. La segunda vez aún no sabía que a su autor le habían segado la vida por la coherencia de lo que decía con lo que pensaba y con lo que hacía. Me ocurre con esta obra lo que con cualquier teorema en Matemáticas: cada vez que te acercas, siempre te dice algo distinto en lo que no habías pensado antes, algo con lo que experimentar nuevas ideas. Esta vez me lo he leído desde la perspectiva del qué me dice, qué nos dice, en el contexto social actual esta aportación a la Humanidad. Esta vez encuentro elementos de siempre: lo mucho que en nuestra cultura nos flagelamos por la ignominia del justo, mientras que en la cultura sajona se normaliza, hasta el extremo, que quien se enfrenta al sistema, muere en el intento. Pero esta vez también encuentro una novedad del mensaje en lo imprescindible que se hace la búsqueda de modelos alternativos desde la experiencia testimoniada, a la vez que el sistema social deja muy pocos espacios para esa búsqueda de lo nuevo. Así, se hace muy complicado el logro de nuevas creaturas: criaturas de nueva creación. ¿Qué podemos hacer los seres humanos si no que imaginar lo que puede ser porque no ha sido aún? Y es que ¡para qué vamos a pensar sobre lo ya pensado! Si lo presente ha de cambiar, ¿acaso podremos ir a un lugar distinto por donde siempre? Pero para esta predisposición hay que no tener miedo; ¿cómo no tener miedos quien no abraza un mínimo de seguridad desde la que arriesgar sin perder, al menos, en lo que respecta a las personas que de sí mismo dependen? Hace mucho tiempo que la democracia formal está puesta en cuestión: y este sistema democrático es la mejor envolvente que disfraza la esclavitud de su ciudadanía desde una elección a otra; a veces, ni tan siquiera votando. ¿Basta votar a unas personas, ya sea en listas abiertas o cerradas -acaso disfrutas las elecciones al Senado- para sentir la democracia? O damos el paso o nos quedamos en Topía, donde siempre.

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