Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Ocho apellidos feministas

El Síndrome del Pionero no está identificado por la Psicología, pero proponemos a vuelapluma algunos de sus síntomas. Se trata de un estado mental que cursa con la certeza de tener un abolengo y una preeminencia sobre los demás en algún asunto. El pionero tiende a ser manriquiano, o sea, a creer que cualquier tiempo pasado fue mejor, en particular el tiempo en el que uno -o una- fue joven, protagonista en algo, descubridor de alguna cala desierta, antes amada y hoy masificada, por lo que el pionero la detesta ostentosamente mientras cuenta -por enésima vez- su bucle melancólico y su peliculita más o menos falseada por el romanticismo y la memoria selectiva. Cual maestrante de una plaza de toros o miembro de una rancia cofradía de viticultores, el pionero se atribuirá una exclusividad y un derecho congénito sobre la cuestión. Por ejemplo, sobre feminismo. El o la feminista afectado o afectada por el pionerismo actuará como quien tiene ocho apellidos nobiliarios o nacionales. Y no nos referimos a una posible tara por consanguinidad y hermetismo social, que también pudiera ser. La cosa va más por el autoungimiento de un timbre de progresismo y hasta de salvapatria. Carmen Calvo, sí. La inefable vicepresidenta que parece hablar con tanta pasión como carencia previa de reflexión sobre lo que va a decir.

Ya vamos tarde, la actualidad manda mucho, y por eso les remito -se han escrito muchos artículos sobre esto- a Carlos Colón (No, bonita, no) por si necesitan argumentos para desmontar la última boutade de la histórica socialista egabrense, su "no, bonita, no, el feminismo no es de todas" (es de las socialistas, o sea) , un bolsazo genérico dirigido a conservadoras o liberales que aspiran a sentirse dentro de ese patrimonio común que es el feminismo, que como buen patrimonio común tuvo un origen del cual se emancipa y al cual enriquecen los nuevos creyentes. Quizá las "bonitas", plebeyas y advenidizas de la derecha sean feministas de facto tanto o más que Calvo, aunque no duden de que habrá politiqueo, también, por parte de las políticas conservadoras que pillen todo tren barato. Lo patético de esta versión de "el balón es mío, y en el recreo juega quien yo diga o me haga la pelota" es que cualquier asunto, hasta lo más sagrado, es objeto de trivialización y partidismo de eso, de patio de colegio. De un colegio en el que, para Calvo, las becarias y las nuevas ricas del feminismo entran por una puerta distinta de la de la gente pata negra. Ponte en tu sitio, bonita.

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