Un arte comprometido y transformador

Desde Cervantes y Goya no habíamos tenido un creador tan comprometido y coherente

Después del holocausto perpetrado por el nazismo y la aparición de otros totalitarismos en el seno de la Europa moderna, el proceso racionalista y civilizador iniciado desde la Ilustración se vio seriamente cuestionado desde los ámbitos del pensamiento y la filosofía contemporáneos. Si las sociedades más avanzadas y democráticas del mundo fueron capaces de parir semejantes horrores, la fe en la razón humana tenía que verse dañada. Había que pensar el mundo de otra manera y muchos intelectuales como Adorno vieron el arte como un útil para la denuncia y la sacudida de conciencias. El arte moderno debía ser obligatoriamente comprometido y mostrar el horror a las claras, con toda la fuerza poética de que fuera posible. Después de Auschwitz, la respuesta de la cultura no podía ser la industria para el ocio o el arte de masas, plegados al "mundo administrado". Se hacía preciso un arte capaz de desvelar el sufrimiento y elevarse como protesta social. En este contexto, Adorno y otros intelectuales no escatimaron elogios para creaciones como "Guernica" de Picasso, donde veían la esencia y misión del verdadero arte moderno. Paseando por la exposición que estos días celebra el Reina Sofía, donde se exhiben una buena parte de esas creaciones picassianas, se entiende el impacto que causaron en su tiempo, por su búsqueda abstracta e impersonal del dolor, sumamente estilizada. Pero acaso fue entonces; ahora ya no convencen. La experiencia picassiana, estética y plástica antes que comprometida con el drama, se percibe hoy como un espectacular juego de virtuosismo compositivo y estético de elevado acento parisién, pese a sus raíces ibéricas de brusquedad y aspereza. La exposición, convertida en auténtico reclamo de masas desde la cultura oficializada de este "mundo administrado" -Adorno habría quedado muy decepcionado-, hace imaginar a Picasso como un artista burgués que vivía de forma lujosa y desahogada antes que como un creador comprometido cuyo estilo de vida se correspondiese, en coherencia, con la naturaleza de su obra. Dicho a las claras: El drama en Picasso parece una auténtica impostura. Como ejemplo contrario pensé en Goytisolo mientras paseaba por el esplendor del museo. Desde Cervantes y Goya no habíamos tenido un creador tan comprometido y coherente.

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