Es cierto que cualquier persona que se precie puede subir a internet una foto, escribir unos versos y publicarlos. Digamos que el oficio del poeta se le ha escapado de las manos. Ahora tiene muchos más competidores y su quehacer artístico -por llamarlo de alguna manera- ya no es único e innato. Más aún, cuando vivimos en una sociedad donde la lectura y la escritura están democratizadas y ya no pertenecen al patrimonio de ningún exclusivo sector de la sociedad. Que lejos de crear una apertura, lo ha capitalizado y lo ha gestionado para amigos y usos propios típicos de tales menesteres. Quizás sea causa de las redes sociales en este malnutrido y consternado género llamado poesía. O el cambio de concepto de las generaciones con respecto a la lectura. Eso sí es evidente. La juventud ya no tiene que ir a un majestuoso salón, con las cortinas de visillos y los muebles en pan de oro a deleitarse de la buena poesía. Sólo tienen que coger un par de euros, dirigirse al primer bar de la ciudad, pedir una cerveza fría y esperar a que salgan los poetas a recitar. Así ha cambiado el concepto de parte de la literatura en estos últimos años. Ya había conatos anteriores en las ciudades. No estamos inventado nada nuevo. Pero la crisis ha echado a la calle a una juventud que antes se podía permitir viajes y espectáculos de ocio a todo tren. Y que ahora, por falta de liquidez y esperanza, se lanzan a la ciudad a buscar poetas underground y poemas que poder echarse a la boca. Así son los nuevos tiempos de la literatura. Don Charles Bukowsky sólo fue un visionario más que a través del alcohol supo, junto con sus compañeros de generación, definir la nueva cultura pop y adaptarla a los nuevos tiempos. Quizás, porque ellos también estaban vetados para las grandes citas y los grandes eventos. Porque pertenecían a un sector social que poco podía ofrecerles, que no fuese heroína o crack. Nosotros, aquí, desde la distancia y con el respeto que merece la historia, no vivimos ese momento social -lo vivieron a lo sumo nuestros padres o nuestros abuelos en los ochenta. Pero sí es cierto que desde nuestro sillón aburguesado y tardío estamos adoptando ciertas costumbres que a la larga estoy seguro que nos pueden beneficiar. Sobre todo, porque es la antesala de la verdadera educación de la cultura. Porque por una vez estamos empezando por el principio, que no es otro que llenar los teatros a través de los locales y los garitos. Digamos que en una evolución del ser humano y, como final a una trayectoria, no descarto que esta sociedad que estamos formando dentro del ámbito literario culminará en unas décadas por llenar los teatros y, por ende, cumplir el viejo sueño de una sociedad más culta y más justa.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios