A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

El avestruz catalán

No reflexionar o confiar en que las aguas vuelvan a su cauce resulta, a veces, la forma más rápida de ahogarse

Las elecciones en Cataluña han vuelto a dejar la pelota en el campo de los nacionalistas. Ahora hay que aguardar para saber si prefieren provocar una gran explosión o deciden fomentar pequeños incendios y reclamar compensaciones por apaciguarlos. ¿Se inclinan por lo segundo? La verdad es que ya, desde aquí, casi da un poco igual.

Se sabía también que llegaban al mercado los votos de Ciudadanos. Para lograrlos, cada uno desplegó sus estrategias. El PSC y VOX se llevaron un buen trozo del pastel. Lo sorprendente ha sido el resultado del PP. Apostó por una política conciliadora e integró a destacados cargos de Cs. Al final, ni uno solo de esos votos ha ido a parar a sus filas. La gente que merodea por el centro y que no desea más espectáculos del nacionalismo ha decidido no votar o apoyar al PSC antes que al PP.

Cada elección es diferente. Cierto. Una cosa es votar en una comunidad en la que el PP casi no existe y en la que la gente defiende un derecho elemental como usar el español y otra, muy diferente, votar donde el PP gobierna y los problemas son distintos. Pero no reflexionar sobre lo ocurrido, confiar en la buena suerte o en que las aguas vuelvan a su cauce sin advertir los cambios que se producen, resulta, a veces, la forma más rápida de ahogarse.

En estas situaciones todos los partidos hacen lo mismo: cerrar filas hasta que se produce el batacazo final. No pretendemos hacer leña del árbol caído máxime cuando este da una sombra constitucional. Pero se ha preferido propiciar la imagen de partido carcomido por la corrupción antes que admitir un error. Ahora mismo, la conclusión que se ha trasladado es que los electores no votaron en Cataluña al PP porque no les gustaba ni Bárcenas ni la sede del partido en Madrid. Para juzgar la eficacia del argumento, basta con aplicar el mismo ejemplo al campo opuesto. ¿Qué diríamos si políticos como Monedero, en estos momentos de tribulación con Hacienda, anunciaran que piensan vender el piso de la hipoteca y comprarse un ático? Siempre hay tiempo para rectificar. Pero no parece que andarse ahora con jueguecitos dialécticos sea lo más prudente. Hace años circulaba el chiste sobre el elefante catalán para ridiculizar la insistencia en mirarlo todo desde el terruño. ¿Habrá que incorporar a la fauna el avestruz catalán por la tendencia de unos y otros a esconder la cabeza para no ver lo que pasa?

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